Resultats de la cerca per a: oktoberfest

Diario de Oktoberfest (IV): curiosidades y consejos varios

Después de 15 días casi extenuantes, para Múnich y para cualquier ciudad que se preste a algo tan gordo, hoy termina Oktoberfest. En un rato, me voy a despedirlo, pero antes quería comentar algunas anécdotas que he ido descifrando sobre la marcha:

Beber, beber, beber. Hace unos días ya comenté que la Oktober conmemora la boda real entre Luis I y Teresa de Sajonia, así como que recibe a más de seis millones de personas en un par de semanas. Mi segunda edición del festival me permite constatar –y advertir a los románticos- que es una fiesta para beber, beber y beber. Olvidémonos de bailes tradicionales, de saborear la mejor gastronomía típica de Baviera, etc. Bailar se puede bailar, nadie nos mirará mal; comer se puede comer, y además únicamente bávaro; pero la cerveza es el elemento sobre el que gira todo, sin edulcorantes.

La feria. Si tuviera que ponerle un complemento a la birra, además de los Trachten, ese serían las atracciones de feria. Un viajero español me dijo el otro día, de paseo por el Wiesn: “Mira, si disparan con la escopeta. Como en la feria de mi pueblo hace 30 años”. Es verdad, los participantes de la Fiesta de la cerveza van a la feria, prueban puntería, hacen pruebas de fuerza, les compran piruletas a sus seres queridos, suben a la noria o al tren de la bruja y otras cosas por el estilo. Mi viajero añadió: “Ahora en cualquier punta de España tenemos un parque temático con pistolas láser para disparar y montañas rusas que les dan mil patadas”. Efectivamente, quizá podríamos decir en este apartado que los bávaros y las bávaras se conforman con poco. Así nos luce el pelo a nosotros, los de la escopeta láser, y así les luce a ellos.

Trachten. Cuando llegué a Múnich, me prometí que nunca me compraría un Lederhose. Me equivocaba, ha pasado un curso y ya he estrenado el mío. La inmensa mayoría de los habitantes de esta ciudad que nos pasamos por Theresienwiese lo hacemos luciendo un Dirndl o un Lederhose –bueno, algunos, lucir no lucimos-. Me comentan, fuentes tan fidedignas como mi adorable ex vecina, que esto no siempre fue así. Antaño, los Trachten los llevaba la gente de pueblo y por supuesto ninguna chicha de bien osaba lucir uno que dejase al aire sus rodillas. Hoy las cosas son muy diferentes, tenemos Dirndl de falda larga, corta y extremadamente corta, o Ledehose para hombres, para mujeres, para mujeres que se sienten hombres, de colores, etc. ¿Qué será lo próximo? Que se lo pregunten a la industria de la moda, que ha puesto sus ojos sobre este mercado.

Corazones de jengibre, pinzas o fotografías. El negocio del souvenir aquí es, como no, gigantesco. Los corazones de jengibre están por todas partes. Todavía hoy son comestibles aunque me atrevería a decir que cada día son menos apetitosos. El mensaje que llevan incrustado es variable y coquetea con lo cursi en plan: te quiero, mi pequeña princesa o mi corazón.

Lo de las pinzas es otra historia, nos las venden en las carpas grabadas con nuestro nombre, y aunque a menudo acaban adornando algún escote, deberían servir para diferenciar nuestra cerveza del resto. Sí, son pinzas de madera de las de toda la vida, las de tender.

Y lo de las fotos, como en cualquier otra gran fiesta: primero nos fotografían sin preguntar, luego quieren que encima compremos las imágenes.

Demasiada gente, demasiado caro. También lo dije el otro día, prohibido ir a Oktoberfest pasadas las 11 de la mañana de un día festivo o de fin de semana. El resultado lo reitero: no se puede entrar a la carpa porqué está cerrada. Overbooking, saturación, llamadlo como queráis. Entre semana, la cosa cambia un poco, pero me da la sensación que cada año la evolución es a peor. Alternativas que se me ocurren a bote pronto para poder coger una mesa en Oktoberfest: ir por las mañanas en días laborables, preferiblemente de lunes a jueves; si vamos en fin de semana, plantarnos allí incluso antes de la hora de apertura (9 de la mañana); y la mejor, meterse en Internet casi un año antes del próximo Oktoberfest y reservar una mesa donde nos apetezca.

El tema de los precios, irritante. Si nos atendemos a la hemeroteca, el precio de la cerveza ha crecido un 40% en el último lustro. Este 2012 hemos pagado el litro entre 9 y 9,5 euros, lo que se transforma en 10 tras la pertinente propina. Si esto sigue así, mi consejo será: pasaros por Oktoberfest un rato, tomaros una y salir pitando en busca de un lugar en el que se pueda beber y comer a un precio decente. Para que visualicéis: jarra de cerveza de 1l + medio pollo en una carpa del Oktober, 20 euros; lo mismo en cualquier cervecería de Múnich, bien pagado, 15 euros.

¿Por qué las camareras tienen prisa? Esta es una pregunta que seguro os habéis hecho, los que habéis estado dentro de una carpa en un día concurrido. Las camareras y camareros que trabajan en Oktoberfest son revendedores. Esto significa que cuando encargamos nuestras bebidas van a una barra de servicio, pagan por adelantado la bebida que van a servir, cargan en la barra y nos la sirven a nosotros. Trabajan por cuenta propia como comisionistas y su negocio reside en la comisión que tienen por venta de cerveza o comida y la propina. Por eso las podemos encontrar obsesionadas con que vayamos bebiendo, ya que les va el sueldo – a más cervezas vendidas, más ingresos-. Y de ahí también la importancia de la propina, que se terminarán cobrando por las buenas o por las malas.

Diario de Oktoberfest (III): los fines de semana

Este fin de semana hemos recibido visita, en pleno Oktoberfest y, visto lo visto, sospechas confirmadas: al Oktoberfest si se le puede huir en fin de semana, mejor. Es lo que tiene recoger a siete millones de visitantes en 15 días, en un recinto con catorce carpas y capacidad máxima para 104.000 personas. Vamos, que no cabemos todos.

Por si fuese poco, el segundo fin de semana del festival es el bien llamado, para suerte de unos cuantos y para desgracia de muchos otros, fin de semana italiano. ¿Qué cómo va eso? Pues si bebe molto como siempre y si parla italiano como nunca, que ya es decir.

En nuestro caso, la experiencia nos dicta que sábado y domingo, tanto en el fin de semana italiano como en los otros dos, las carpas quedan saturadas –y cerradas a cal y canto por la gente de seguridad- a partir de mediodía y hasta hora de cierre. Para coger un buen lugar por tanto no queda otra que madrugar o tragarse una cola interminable. O eso, o dejar la visita al Wiesn para el lunes. Así es que ya sabéis, luego no digáis que no estabais avisados.

Diari d’Oktoberfest (II): Sant Jordiet@

Avís: d’interés estrictament local (més enllà del port d’Albaida i la Carrasqueta aquest post pot resultar inintel·ligible o directament ridícul. És el que té l’alcoiania)

Dia D, Hora H. Plovisqueja. Malgrat tot, el carrer està ple de gent que espera sota els paraigües. És el pes de la tradició. Sona la música. Apareix un xiquet vestit de monjo dalt d’un cavall. Porta una túnica negra i groga. Inconfusible, és el Münchner Kindl. O el que és el mateix, el Xiquet de Munic. No podia ser altre, per a obrir la desfilada de la Festa de la Cervesa, a la ciutat dels monjos. Els Mönchen, els frares, ja vivien a la vora del riu Isar el dia que Enric el Lleó va voler-hi construir un pont, el 1158. Més de 800 anys d’història, amb el monjo com símbol de la ciutat.

L’Oktoberfest, més de dos segles de celebració, simplement ha fet una adopció de la figura. Un moment! Sota la caputxa del xiquet, albire una pell fina i blanca, una figura esvelta, crescuda, i els cabells llargs i rossos, com els d’una xiqueta. Ach so, és una xiqueta! Aclarim-se: el monjo ja no és un monjo, és un xiquet; el xiquet ja no és un xiquet, és una xiqueta. I què passa amb el personatge que veiem representat als llibres d’història? O amb la mateixa escultura de l’Ajuntament? Mire a banda i banda del carrer, però ningú no s’escandalitza. No escolte crits en el cel, envoltat que estic i tot de festerets.

(Múnchner Kindl a l’Ajuntament de Munic. /SVEN TESCHKE CC)

Sé que algú més intel·ligent que jo em va dir una vegada que les comparacions són odioses, sovint distorsionen la realitat. Però aquesta no me la puc evitar: és tan gràfica com necessària. Pense en Alcoi, en la Nostra Festa, el Sant Jordiet i els Senyors del pinganillo, els que baixen per Sant Nicolau 22, 23 i 24, ara i sempre. En ells, i en elles, les del confeti amagat sota el cardat alcoià. Me’ls figure contemplant l’escena escandalitzats. Una dona fent de Mossèn Torregrossa. O pitjor encara, una xiqueta fent de Sant Jordiet. Porno dur.

Parlant de dates. Hui, Dia D, és dissabte, 22 de setembre de 2012 i celebrem la boda del rei i la reina, que va tindre lloc el 12 d’octubre. I no passa res. L’any vinent el Dia D serà 21 de setembre, i el següent 20 i en uns anys 16. El que importa no és el dia i l’hora exactes en què es van casar, el que interessa és que la commemoració de l’enllaç siga dissabte i que l’estiu encara no haja acabat. O siga, que la festa comence en cap de setmana i abans que vinga el fred.

I podríem comentar la participació de la dona (en igualtat de condicions, naturalment), la dels estrangers (ja sabeu que m’he comprat un Lederhose), el negoci turístic (sis milions de visitants de tot el mon)… però, és cert, això sí que seria anar massa lluny amb les comparacions.

En qualsevol cas, em quede amb la fotografía de la xiqueta fent de xiquet, vos la envie i vos done garantia de que no hem patit l’apocalipsi.

(Münchner Kindl. /SZ)

Diario de Oktoberfest (I): “O’zapft is!”

“El barril está abierto!”, grita el Alcalde, otra vez. Me recuerda a mi Rita, en plan “Senyor pirotècnic, pot començar la mascletà”. Solo luego de la frasecilla hecha del burgomaestre, a mediodía, la cerveza empieza a correr a chorros en el Oktoberfest. Seis millones de bebedores y bebedoras, que se chupan, usando jerga local, sus más de siete millones de litros de cerveza. Que se lo digan a las camareras, que los cargan, los descargan, los cobran y se ganan las propinas. A nueve y medio el litro que circulan, este año el redondeo les acorta precisamente eso, la propina – quien paga más de diez euros por un trago, por largo que sea!-. De éstas y de los setenta céntimos que se ganan por maß vendido viven algunas servidoras todo el año, por lo que no debe de ser grave.

Aunque esto no ha hecho más que empezar, se presiente lo agotador que puede llegar a ser. Lo confirman las mantas térmicas tapando a unos pocos desalmados y las camillas de urgencias correteando por el Wiesn a última hora del primer día. Yo cuento cinco atendidos, coqueteando con el coma etílico, en media hora. Siempre hay quien afronta esta historia sobrado de sed y falto de frente.

De vuelta a la fiesta. Es domingo, segundo día, y la mañana se presenta soleada aunque más bien tibia. Mariola, de Dirndl vino y rosa, preciosa. Y fresca, en el sentido matinal de la palabra, que no se malinterprete un escote de nada. Día de desfile en Theresienwiese y hora de entrar a fondo. En las carpas y en la malta. Aún no son las nueve y nos aguarda la cola en la puerta de la Winzerer Fähndl. Por ejemplo. La elección corre a cuenta de nuestros anfitriones, algunos más que eso. Los amigos de Perlach.

Una jornada festiva y muchos litros por delante. Se van bebiendo con alegría, con y sin música. A cada rato más apretados. Aprietan los bebedores y las vendedoras. Éstas últimas son como los alicatadores, los que hubo un día en mi pueblo, que trabajan a destajo. Por eso no se encantan. O le dan vidilla o no cobran.

Otras dolencias tienen, o mejor dicho tendrán, los que se plantan encima de la mesa reclamando la atención de los otros 10.000 del bar. Quieren unos segundos de gloria; a cambio ofrecen un trago hasta el final. Un hidalgo de los de toda la vida, pero de 1.000 mililitros. Suena a velocidad, a competición. Peligro, por tanto.

Peligro tiene el payaso que se ha echado a la garganta seis jarras en unas pocas horas, un par de ellas precisamente de hidalgo. Palmas ahora, esperemos que no haga falta reanimarlo en un rato. Pero Wiesn es mucho más y no es justo que yo, que me lo bebo, lo abra en canal. Hay quien bebe con gracia.

Nosotros, los nuestros, somos lentos pero seguros. Sin sobresaltos. Nos hemos plantado en mediodía y no nos hemos enterado. Pero lo dice el reloj. Es hora de codillo, de pollo asado, un plato de pasta bávara o de lo que sea, que no va a ser bueno, bonito, barato. Llenar para seguir absorbiendo. O no. Para el debut, más que suficiente. O sea, que toca retirada antes de empezar el tercer litro.

Salimos a la calle. El sol deslumbra, el pantaloncillo de Baviera pesa más de la cuenta y los calcetines, de lana, pican por primera vez. Molestan incluso los tirantes. Hora de desbeber, que diría la cursi de mi antigua profesora. Ya tardaba en incluir el comentario en la crónica. ¿Acaso alguien dudaba de lo que se mea en la fiesta de la cerveza?

Cae la tarde. No lo parece, pero hace frío, por eso hace tiempo que descartaron octubre. Der Herbst en Múnich no es la tardor en la plaza de toros de Valencia. Tenemos suerte de que nos abrigue la masa del domingo. No somos de feria, ni de corazones en la solapa. Tampoco de rosas o de alhajas, menos si van a precio de oro. Ale pues, dirección al metro, volvemos a casa.

Tras la ducha, sensaciones extrañas en torno al Oktoberfest, en mi primer día. Este lunes sería incapaz de repetir, a riesgo de morir de empacho. En lo etílico y en lo metafísico. En cambio, me apresuro a revisar frente al ordenador las instantáneas tomadas hace un rato en las entrañas de la catedral de lo kitsch, a la vez que me sorprendo tarareando algunos de sus hits, léase Fiesta mexicana o Viva Colonia. Imposible de descifrar lo que me sucede doctor, si bien imagino que lo que me atrae como un imán es lo mismo que me repele. En plan Benidorm. Un oxímoron, que diría el sabio. Cosas raras, que diría una madre. Imposible, que diría el listo. Pero cierto, añado. ¿A santo de qué sino me ha comprado un Lederhose?

Oktoberfest, millor amb cita prèvia

Impossible adjuntar-vos a esta postal la imatge d’una carpa amb 5.000 persones dins bevent cervesa i menjant llonganisses de Baviera. Simplement perquè hui ens ha resultat impossible ni tan sols clavar el cap en ninguna d’elles, i mira que n’hi ha, a l’Oktoberfest de Munic. En els dies de màxima afluència de gent, com hui, el recinte de Theresienwiese es satura de visitants abans de l’hora de dinar i l’accés a les carpes ja és pràcticament impossible per a la resta del dia. Així és que si feu pensament de vindre, imprescindible matinar (o reservar taula).

Nosaltres, a canvi hem anat a la cerveseria més gran de la ciutat, la Hofbraühaus, que és com una petita Oktoberfest de quatre plantes i oberta tot l’any. Estava un pelet menys saturada i les cerveses van a meitat de preu, pel que ens ha semblat una bona idea.

Vos convidem a tots els amics de la cervesa que gaudiu de l’Oktoberfest de 2012!

Més informació. La festa de la cervesa de Munic
L’Oktoberfest va nàixer a principis del segle XIX en Munic, on encara té lloc la festa de la cervesa més important del món. Dura entre setze i divuit dies i comença el tercer dissabte de setembre, pel que s’allarga fins els primers dies d’octubre.

Segons xifres oficials, l’Oktoberfest de Munic congrega cada any a uns sis milions de visitants en el recinte de Theresienwiese. Arriben a la ciutat tant de tot Alemanya com de la resta del món.

En total, participen mitja dotzena de cerveseres locals, que omplin el recinte de carpes i biergarten (descoberts) enormes amb capacitat per a entre 6.000 i 12.000 persones. A l’interior, unes grans taules de fusta on la gràcia està en seure a menjar garrons, xucrut, llonganisses, pollastres rostits i altres especialitats locals, però per damunt de tot, a beure cervesa. La serveixen en gerres de litre, al preu de 10 euros (9 més la propina). A banda de menjar i beure, a les carpes hi ha sempre un grup de música en directe, que interpreta música tradicional i tot allò que fa embogir al personal.

Hofbraü, Paulaner, Augustiner, Löwenbräu, SpatenFranziskaner, Hacker… són les cases principals de cervesa a Munic (al seu torn referent de la cervesa alemanya) i les que organitzen el sarao. Per a poder tindre una taula amb seguretat en caps de setmana, millor reservar, sense dubtes. Pensava que no seria possible fer-ho amb temps i a distància, però sí n’hi ha facilitats a través del web oficial de l’Oktoberfest.

Per la nostra banda, l’hem visitada varies vegades aquest setembre (especialment Mariola), amb sort dispar pel que fa a les acumulacions de gent. N’hi ha fira i molts llocs de menjar a fora de les carpes, però la diversió està en la cervesa. Important, fes-se amb un vestit tradicional de Baviera, per a prendre part plenament de la festa.

Més enllaços d’interés
Web oficial de l’Oktoberfest de Munic

Web oficial de Turisme de Munic

Per a vore la festa de la cervesa de Munic en tota la seua dimensió, he escollit aquest post del Blog de fotografia La mesa de luz, publicat al diari Público: Chucrut, cerveza y escotes bávaros (SET 20 2010). Efectivament, allà també es va a lligar…

Pel que fa a l’allotjament, l’oferta hotelera és abundant. Munic és la ciutat més turística de tot Alemanya.

Sigue creciendo el turismo español en Múnich… pero retrocede el internacional

Turismo de Múnich acaba de publicar las cifras de turistas y pernoctaciones registradas (en alojamientos turísticos oficiales) en la ciudad durante 2016. A simple vista, hay dos datos reveladores: uno para los que nos dedicamos al turismo en la ciudad, en general; otro para los que lo hacemos enfocados al mercado en español, en particular.

Turismo internacional

De entrada, el año pasado la Oficina de Turismo registró 7 042 487 turistas en Múnich. Esto supone un crecimiento del 1,3% respecto al año anterior (2015), y un récord histórico, pues es la primera vez que se sobrepasa la barrera de los siete millones de turistas.

Dicho así, la música suena muy bien, aunque estos números son engañosos, y es necesario rascar un poco más en los datos presentados para comprender la situación real. De los más de siete millones, 3,9 millones fueron visitantes alemanes y 3,1 millones fueron internacionales. Es precisamente una subida en turismo doméstico, que realiza estancias más cortas, donde Múnich ha conseguido sus mejores resultados (crece un 4,4% respecto al año anterior). En cambio, el turismo internacional ha descendido de forma razonable durante los últimos 12 meses, en concreto un 2,4%.

Por esta razón, las cifras de pernoctaciones en hotelería no son positivas, sino que lucen en rojo respecto a 2015. Han caído ligeramente, un 0,1%, pero han caído. Y a pesar de la cascada de aperturas de nuevos hoteles (que abaratan o moderan precios) y el desembarco de aerolíneas de bajo coste en el aeropuerto (en los últimos dos años: Norwegian, Transavia, Volotea…). En total, el año pasado tuvieron lugar 14 041 090 pernoctaciones en establecimientos muniqueses.

Asimismo, hay otros indicadores que deberían de, como mínimo, ser tenidos en cuenta: Oktoberfest, por ejemplo, encadenó en su última edición una serie de tres años con descenso de visitantes, registrando su peor cifra desde, atención, 2001. Unos 5,6 millones de visitantes pasaron a beber cerveza por el festival, que son muchos muchísimos, y muchos muchísimos menos que los 6,9 millones que participaron en Oktoberfest en 2011. Ni un atisbo de autocrítica desde Ayuntamiento y organización, por cierto. Parece que el negocio no se resiente (principalmente repercutiendo los descensos de público con subidas descomunales en el precio de la cerveza sobre el que sigue fiel al festival; personalmente, no me parece una buena estrategia a largo plazo).

Finalmente, las cifras de turistas en Múnich empeoran si las comparamos con la tendencia seguida por Berlín, capital política y, a día de hoy, capital turística indiscutible de Alemania. En 2016 y según cifras oficiales, allí recibieron 12,7 millones de visitantes y registraron 31 millones de pernoctaciones en hotelería. Ahí es nada (nos doblan).

A modo de resumen, tampoco nos volvamos locos, pues el debate de cantidad o calidad existe, y tiene mucha lógica. Que les pregunten a los vecinos de según que barrios de Barcelona (32 millones de visitantes en 2016), a los venecianos (22 millones anuales), a los vecinos de Praga… y de tantas otras ciudades saturadas, literalmente devoradas por el mismo sector que les da de comer. Cautela.

Turismo en español

Lo que no se termina de comprender es la poca atención que, bajo mi punto de vista, siguen prestando al mercado hispano, desde la esfera pública y, especialmente (e incomprensiblemente), desde la privada, en el sector turístico muniqués. Vayamos con un par de cifras.

Acabamos de comprobar que el turismo internacional y las pernoctaciones decaen en Múnich ciudad. Pues bien, si nos centramos en el mercado hispano, la realidad es totalmente diferente.

España

Las llegadas de turistas españoles a Múnich siguen creciendo a buen ritmo. En 2016, lo hicieron un 3%. Vinieron 131 632 españoles, o al menos esos son los que se registraron por parte de Turismo. Y pernoctaron 277 869 veces, un 1,6% más que en 2015. Son el 4,1% del turismo total de la ciudad, y (como en 2015), el octavo mercado, tras Estados Unidos (378 000 turistas), Reino Unido (248 000), Italia (240 000), Suiza (233 000), Austria (213 000), estados árabes del Golfo Pérsico (200 000) y China (141 000).

Tres apuntes inconexos:

  1. Sí, llegan más turistas españoles a Múnich que turistas franceses (107 000) o rusos (109 000).
  2. Todo esto, en un contexto en el que las llegadas de emigrantes españoles a Alemania se han, como poco y a la espera de datos exactos, enfriado.
  3. El mercado en español, por mucho que estas mentes germanas no terminan de entender, no es España.

América

Vayamos entonces con el mercado hispanoamericano, aquí las cifras son apasionantes. Lamentablemente, ni la Oficina de Turismo parece haber comprendido el fenómeno. Así que no hay cifras por países, sino globales de la región. De momento, solamente sabemos que llegaron unos 15 000 centroamericanos (México?) el año pasado. Son un 16,6% más que un ejercicio antes. Sobre Sudamérica, sin Brasil, los registros hablan de 29 000 turistas. Son un 17,9% más que en 2015. Ahí lo dejo (crecimientos de dos dígitos en un contexto de retroceso del sector a nivel local; aquí hay mucho margen para seguir creciendo).

Así pues, si sumamos los diferentes países que componen el mercado en español, nos acercamos a los 180 000 turistas, muy cerca de lo que supone el mercado chino o árabe. Vale que, seguramente, los hispanos gastamos bastante menos que los árabes, que los chinos o los rusos, pero seguimos esperando las muestras de respeto y la atención que, se puede observar, se presta a todos estos mercados. Es decir, que igual si nos acarician el lomo acabamos consumiendo un poco más (y aquí perdonadme, españoles, pero hablo de América).

Léase, a modo de resumen final: letreros comerciales en chino, árabe o ruso empiezan a ser visibles en algunos escaparates del centro de Múnich, no así en español. Por no hablar del sector hostelero, a años luz de lo que se espera de ellos. Menús en restaurantes traducidos al francés, por ejemplo, a patadas. Al español, siga buscando. Tampoco se libra la hotelería. Quitando algunas excepciones honrosas (hoteles españoles, como los Eurostars o los NH), rara es la recepción de hotel en la que se presta atención en español de forma regular. No estoy diciendo que en todos los restaurantes de la ciudad deba haber carta en español, ni que en todos los hoteles atiendan en nuestro idioma, pero un simple acercamiento al mercado sería más que positivo. Especialmente en un destino que quiere convertirse en referencia internacional a nivel comercial, estilo de vida u ocio urbano para viajeros con nivel cultural y poder adquisitivo medio-alto. Si la idea es que el turista venga a Múnich a algo más que ver el palacio de Neuschwanstein y ponerse morado de cervezas, empecemos por ponerles las cosas fáciles. Que digo yo.

La grua de color groc

Gairebé un any he necessitat per a recuperar la motivació, i disposar del temps suficient, per a seure una estona davant la pantalla i apuntar ací quatre coses. Diumenge passat, aprofitant la desfilada de vestimentes tradicionals que se celebra sempre el primer cap de setmana d’Oktoberfest, a Munic, vaig decidir treure la càmera al carrer i fer unes poques fotos, com abans. La idea era penjar-les ací, en una altra xicoteta crònica del festival, i ja van sis tardors. Però res no és igual. Les fotos les vaig fer, sí, però l’única imatge d’aquell matí gris i fred de setembre que no em puc treure del cap és aquesta:

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Una enorme grua de color groc interromp la tranquil·litat del diumenge muniqués. No funciona, no emprenyem, però la seua sola presència, i com està ensorrant un edifici “sa” del centre històric, a només uns metres de la plaça de Maria, em destorba, moltíssim. Genera una ruïna on no la hi havia. Això ho veiem tots. Uns quants, a més, veuen negoci. Un negoci immens. El negoci del rajol. Compte. Una vegada ensorrat aquest vell edifici, tornar a alçar-ne un altre, en aquest punt del centre, generarà un benefici grandíssim, a uns pocs, clar. I, a la resta…? Em preocupa. Aquesta grua acabarà l’enderroc, i anirà a fer faena a un altre punt de la ciutat, potser no tan cèntric. On vivim les persones. I a seguir: enderrocar, i tornar a construir; desallotjar comerç tradicional i persones “velles”, i bescanviar-les com si foren “cromos” per comerç i persones “noves”. És a dir, de les que paguen(m) el doble, o el triple, o deu vegades més, pel mateix. Negoci, i més negoci, immobiliari. Aquesta història ja me la conec, i no acaba bé.

Per cert, també vaig fer unes fotos de la desfilada:

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Així són ells, i elles

trachten_oktoberfest_2016d

Veig a aquestes persones fer música i pense, collons, no estem tan a lluny

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Símbols

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I després estan els ‘guiris’, que es compren una disfressa i… En fi

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Hi ha turistes que almenys compren roba veritablement tradicional. Aquestos, espanyols

Per cert, set i mitja del matí, i algú plora al fons del passadís. Res dolent, és el que m’ocupa des de fa mesos: se’n diu paternitat.

La ‘helles’ que emanó del garaje

Que Múnich ciudad (tiene) tenía seis cervecerías –entendido el concepto como fábricas de cerveza y dejando por el camino unas cuantas microcervecerías– es un mantra que todo buen vecino de este municipio tiene grabado a fuego en el subconsciente.

Estas seis gordas se han venido repartiendo el enorme pastel que es el mercado local desde hace décadas y especialmente en lo que respecta a la cerveza de barril que se tira en los grifos de los restaurantes, bares y tabernas del lugar, desde Forstenried hasta Freimann, de Pasing a Trudering.

Resulta prácticamente imposible encontrar un garito en este pueblo de casi dos millones de habitantes en el que a la puerta no haya una chapa que anuncie claramente que nos hallamos en territorio Augustiner, Paulaner, Löwenbräu, Hacker-Pschorr o, como mucho, Spaten –el radio de acción de la Hofbräu München es más bien limitado a unos cuantos locales, quizás por eso de que es una empresa de carácter estatal–.

Es como si el niño muniqués, la figura que representa a la asociación Münchener Bier o Cerveza de Múnich –ojo al dato porque hablamos de un menor de edad con una jarra de litro entre sus tiernas manos– y que acostumbra a figurar en las etiquetas de los botellines del club de las seis, fuese en realidad un personaje bastante menos inocente de lo que se pretende, más bien una especie de can Cerbero cerrando las puertas del inframundo del tráfico de zumo de cebada a todo aquel que se proponga asomar la nariz.

El Münchener Kindl en una imagen antigua

El Münchener Kindl en una imagen antigua

Con estos mimbres, no es de extrañar que la historia de la pequeña Giesinger Bräu se haya disparado hasta las páginas de las principales cabeceras de la ciudad, granjeándose empatías y simpatías entre propios y ajenos –me puedo figurar que las envidias y las antipatías no deben de andar muy lejos–.

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Enorme mosaico con el logo de la Giesinger a las puertas de su sede

 

De entre lo contado en las crónicas escritas en las últimas semanas, me llaman la atención las declaraciones del responsable del Museo de la Cerveza y el Oktoberfest de Múnich –por cierto, un espacio propiedad por cierto de Münchner Bier– en la biblia del periodismo local de nombre Süddeutsche y de apellido Zeitung.

Hace un par de semanas, Lukas Bulka reconocía que lo de la Giesinger Bräu es lo más novedoso que ha acontecido en el mercado de la cerveza de Múnich en los últimos 125 años. Un sector que lleva décadas asistiendo a los funerales de los peces chicos mientras los tiburones se ponen morados a birra, pero que se había olvidado de cuándo se celebró el último nacimiento en la casa.

En concreto, fue en 1889 cuando se fundó la última cervecería privada en Múnich hasta lo de la Giesinger, la conocida como Thomasbräu de la Kapuzinerplatz. Puede que el nombre de la marca no nos suene de nada, normal, pero los aficionados a la cerveza de por aquí rápidamente asociamos el lugar a uno de los biergarten y restaurantes tradicionales más apetitosos de la zona centro. Absorbida ya en 1929, hace algunas décadas que el nombre Thomasbräu pasó a mejor vida en beneficio de otro mucho más fácil de reconocer: Paulaner Bräuhaus o la Paulaner de la Kapuziner.

Un posavasos de la vieja Thomasbräu

Un posavasos de la vieja Thomasbräu

La Giesinger
Volviendo a la Giesinger Bräu, lo de ahora es más un bautizo que un alumbramiento, pues esta cervecería se fundó hace más de un lustro en un garaje del peleón barrio de Untergiesing. Así parieron a la criatura, al más puro estilo Silicon Valley, aunque hablando de cerveza y de Baviera más bien lo definiría como un acontecimiento de corte Jesús-María-y-José.

Tras unos cuantos años en su cochera de Giesing, han logrado asentar su marca en el barrio del mismo nombre y ponerla a la venta en un centenar de establecimientos, mayormente bares, colmados, supermercados y gasolineras de Múnich y suburbios.

Cata de giesingers en su barra de bar

Cata de giesingers en su barra de bar

Y no les debe de haber ido mal del todo, pues finalmente han conseguido un puñado razonable de billetes –unos 4 millones de euros– para celebrar el mencionado bautizo, en forma de mudanza a un pequeño edificio en su mismo distrito que les abre un poco más al mundo y les ha de permitir trpocientosplicar su producción.

Concretamente y según ha dicho su gerente Steffen Marx, 15.000 hectolitros de cerveza quieren elaborar al año, que son casi diez veces más de lo que han venido produciendo hasta la fecha, pero 1.285.000 hectolitros menos de lo que fabrica Augustiner –la otra cervecería privada de Múnich– y 3.485.000 hectolitros menos de los que salen por la puerta de la fábrica de Paulaner. Quieren crecer, pero solo un poquito.

Por lo demás, la nueva sede de Giesinger Bräu tiene una virtud que no debería de ser obviada por los amantes de esta bebida: dispone de un pequeño restaurante tradicional y una terraza que esperan convertir en mini jardín de cerveza en la temporada de verano. 70 plazas dentro y 70 plazas al aire libre, más que suficiente para entrar en contacto con esta nueva marca que ya ha sido bautizada como la séptima.

Para acabar, de vuelta a las simpatías granjeadas. Aunque solo sea por el respeto que me merecen las cosas pequeñas hechas (por lo general contracorriente) desde el convencimiento y el empeño personal, tengo que reconocer, por si alguno no lo había notado todavía, que desde que pisé su casa el otro día cuentan con la mía. No lo niego, me atraen este tipo de cosas. Mi padre lo llamaría artesanía; algún posmoderno hubiese etiquetado el asunto en la categoría de microcervecerías; su publicista los ha bautizado del palo Think global, drink local. Asiento, esbozo sonrisa y añado un asuntillo que no debería ser menor: sus birras además están de puta madre. (Amén) Prost, pues.

Cinc motius pels quals els muniquesos adoren l’Augustiner

(Este texto está publicado en castellano en el magazine digital Dahoam. Léelo aquí)

Com si d’una filla mimada es tractara, gràcies a un enorme suport local la cervesa Augustiner de Munic ha aconseguit forjar un sòlid model d’èxit sense abandonar el seu caràcter d’empresa familiar. Ni tan solament realitza publicitat.

La botella màgica

La botella màgica

No és una de les grans cerveseres del món al segle XXI, ni tampoc d’Europa. Ni tan sols és especialment coneguda fora de Baviera. La seua aurèola de fama sembla dissipar-se fins i tot més enllà dels confins de l’àrea metropolitana de Munic, la qual cosa no impedeix que Augustiner-Bräu Wagner KG, o simplement Augustiner, siga la cervesa amb major recorregut i èxit en el panorama muniqués actual.

De fet, malgrat el seu caràcter eminentment local i de comptar amb una gamma limitada de productes –la clàssica helles, la refinada Edelstoff o una weiss que no gaudeix de tanta fama com altres cerveses de blat–, ha aconseguit colar-se en primera línia de mercat, pel que fa a les sis grans de Munic. S’estima la seua producció en poc menys d’1,5 milions d’hectolitres a l’any, sobre un total de sis milions en la ciutat. A tot Alemanya, en els últims anys la fabricació ha caigut fins als 94 milions anuals, repartida entre un total d’1.319 productors.

Amb prou faenes inverteix Augustiner grans recursos en màrqueting, evitant les campanyes publicitàries en mitjans de comunicació o altres suports. A diferència dels competidors, no compta amb eslògan propi –qui no recorda els mítics “gut, besser, Paulaner” o “lass dir raten, trink Spaten”–, ni tampoc amb una imatge corporativa adaptada als temps d’ara.

I no sembla fer-li falta, doncs els joves muniquesos segueixen penjats a dia de hui de la botella gruixuda de color marró, la qual passegen per la ciutat, freqüentment oberta, com si d’un símbol de pertinença a una tribu es tractara.

I per què? Ací algunes claus de l’èxit d’Augustiner:

Sentit de pertinença i proximitat
Al costat de la Hofbräu München, l’Augustiner és hui l’única de les sis grans muniqueses que segueix en mans de capital local. Allò de l’HB és clar com l’aigua, ja que es tracta d’una empresa de titularitat estatal, cobrant més mèrit potser el d’Augustiner.

Augustiner-Bräu Wagner KG, una societat comanditària, va ser adquirida per la família Wagner en el segle XIX, romanent actualment en la gestió, que ha sigut professionalitzada i oberta a nous socis. En qualsevol cas, l’empresa arrencada pels monjos agustins al segle XIV es manté en mans locals, una cosa que, si atenem les xifres, ha estat especialment apreciada per la massa social bavaresa.

Per contra, els altres estendards regionals han caigut en les xarxes d’enormes conglomerats de producció a nivell mundial. Paulaner i Hacker-Pschorr s’integren al holding de l’holandesa Heineken (posseeix el 49% de les accions), mentre que Spaten-Löwenbrau-Franziskaner són part del gegant belga-brasiler AB InBev.

Resultat: si bé és cert que per exemple Paulaner és l’única muniquesa que es fa un lloc al top ten de les indústries de cervesa alemanyes, amb més de 2,3 milions d’hectolitres de producció anual, el seu èxit internacional sembla inversament proporcional a l’estima que obté entre els seus conciutadans. Per contra, les tavernes d’agustina semblen aflorar pertot arreu.

Història
No cal oblidar que l’Augustiner és la cervesa més antiga de les sis que es produeixen hui a Munic, remuntant-se l’origen de la seua elaboració a l’any 1328. La mateixa marca s’encarrega de fer-ho públic i notori, doncs presumeix orgullosa d’aquesta data tant en la retolació de les seues ampolles com en el seu logotip corporatiu, el qual llueix, per exemple, en la immensa majoria de gots amb els quals es dispensa. Els clients també semblen haver captat el missatge.

Preu
Sempre amb els peus al terra, l’èxit comercial de l’Augustiner no els ha suposat canvis en els seus plantejaments comercials i la seua línia de preus ajustats. Tant en el supermercat com, generalment, en biergarten o cerveseries.

En el súper no sol passar dels 75 cèntims botella de mig litre –i és fàcil trobar-la més barata–, generalment per sota dels preus de Paulaner o Hacker-Pschorr; de cara als jardins de cervesa o restaurants, l’Augustiner sol trobar-se en llocs d’estil tradicional amb una gamma de preu moderat i rarament en restaurants de gamma alta.

Fins i tot en Oktoberfest, la seua carpa acumula diversos anys dispensant la birra més barata. Aquest 2014 fou una de les poques que no va passar la barrera dels deu euros per litre.

Presència
Si parlem de locals i de biergärten, les dades tornen a somriure-li a la marca. Segons la web oficial de la casa, són uns 70 els restaurants tradicionals i cerveseries –gaststätten– de Munic que dispensen en exclusiva la seua cervesa, a més de molts altres pubs, cafès, pizzeries o jardins de cervesa.

Una dada sobre els jardins, els dos més grans de la ciutat: el de Hirschgarten i el de Augustinerkeller ofereixen en exclusiva Augustiner. El primer està considerat el més gran d’Europa, amb una capacitat superior a 7.500 persones; el segon, propietat de l’empresa, no es queda arrere ja que compta amb 5.000.

Màrqueting
És curiós, però sense dubtes la continuïtat d’una mateixa línia comercial i de màrqueting des de fa anys, per austeres que siguen, sembla haver sigut la millor propaganda per a Augustiner.

El seu logo de tipografia noucentista, la seua etiqueta recarregada en la qual no cap una agulla o la seua botella gruixuda de color marró, tot bastant retro, fan del producte quelcom fàcil de reconèixer.

És més, semblen transmetre a la meravella tots els atributs ací descrits, aconseguint un efecte positiu en una amalgama eclèctica de clients: des del senyor bavarés a la cinquantena al xaval que es passeja en lederhose, arreplegant pel camí a muniquesos orgullosos de tota classe o fins i tot hipsters de mentalitat cosmopolita. Tots ells bevent gustosos de la mateixa botella.

Decálogo del buen muniqués

A medio camino entre el homenaje y la vil réplica, este post no aportará nada nuevo a aquellos expatriados interesados en convertirse en auténticos alemanes. A ellos les recomiendo la lectura de dos escritos anteriores, los míticos Diez cosas que debes saber sobre Alemania, de Rosalía Sánchez, y How to be a german in 20 steps, extracto de un libro para hipsters del mismo nombre. A lo que viene este breve decálogo es a aconsejarte si lo que de verdad pretendes es parecer un muniqués. Entonces, pasa y lee. Para ti, que quieres ser münchner:

1. No des los buenos días, Servus. No importa el significado de la palabra o si es una expresión más vieja que Matusalén, ni tampoco que en cualquier otro lugar del planeta estaría considerado un saludo hortera, lo que de verdad cuenta es que en Múnich es lo más de lo más, coooool, y o te subes al carro o te vas a quedar descolgado. Si te cruzas con un señor y su bastón haciendo senderismo por los Alpes, dí Servus; si has venido de Erasmus, dí Servus a tus colegas de melopea los jueves por la noche; si te da por jugar pachangas en el Englischer Garten, despídete con un Servus como la copa de un pino. De lo contrario, nunca serás nadie. En caso de querer aparentar ser un ama de casa, una verdulera o una cajera de supermercado, puedes saludar con un Gruss Gott, que también queda muy creíble –o todo lo contrario, en función del tono de voz–.

2. Olvida el pescado y el marisco. Las gambas, el atún, la merluza, el bacalao y no digamos los percebes o la langosta, ni siquiera unos miserables calamares, mejillones, almejas o berberechos. Estos productos no existen, en realidad son fruto de tu imaginación, el retrato vivo de un tiempo pasado mejor que nunca existió. Como mucho, en Múnich te puedes conformar con pagar quince euros en el súper por una dorada de tanto en tanto o cinco por un paquete de salmón congelado de acuicultura. A los gourmets les queda la opción de comer en la cervecería trucha, carpa o sucedáneos. O bien degustar fritanga en el Nordsee. Por el contrario, lo tuyo han de ser las especialidades cárnicas a base de cerdo, el pan, las patatas y…

3. …la cerveza! El vino es una bebida menor, que se toma a sorbos en copichuelas, una especie de mal necesario muy de vez en cuando más por esnobismo que por convicción. Un muniqués de verdad bebe cerveza. Qué digo, bebe helles o weiss. Se mire por donde se mire, con la cerveza todo son ventajas: es buenísima, sanísima, baratísima, divertidísima… pregúntale a un bávaro, sino. Ya sabes, si persigues integrarte en la manada has de ser buen bebedor de Augustiner, incluso por la calle.

4. Cómprate un traje tradicional, sea cual sea tu condición humana. Un dirndl o un lederhose no pueden faltar en el armario de un muniqués/-a a estas alturas del siglo XXI. Al respecto, si quieres un consejo no seré yo quien te lo niegue: es una inversión imprescindible pero mejor no la exhibas en tu muro de facebook a riesgo de convertirte en la comidilla de tus amigos, los que se quedaron al otro lado de los Pirineos.

5. Hazte fan del FCB, que no es el Barça. Sobre esto, es bueno saber que precisamente el FC Bayern te brindará en reiteradas ocasiones la oportunidad de demostrar en público que eres un auténtico muniqués: si aprovechas los partidos para juntarte con otra gente y beber cerveza, y además lo haces comiendo cerdo vestido con un lederhose y una camiseta de Schweinsteiger, entonces estarás realmente cerca de la meta.

6. Monta en bici. ¿Quién dijo que las bicicletas son para el verano? Llueva, nieve, tengas agujetas, bicicleta de carreras o la rueda floja, ve a trabajar en bici. No olvides que la Polizei te acecha, esto es Múnich!, por lo que harás bien de llevar una luz, que funcione, para la noche y seguir, a rajatabla, las normas de circulación. Aquí alguno dirá que no pasa nada por saltarse algún semáforo en rojo. Quien avisa no es traidor.

Por cierto, un buen muniqués monta en bici pero al llegar a casa le aguarda en el garaje un fantástico automóvil de fabricación alemana. Cuanto más muniqués-muniqués, más llamativo se le supone el coche. Preferiblemente, de renting, leasing o similar y fabricado en las Bayerische Motoren Werke.

7. Báñate en el Isar y haz como si fuera una playa del Caribe. Acabo de darme cuenta de que estoy publicando esto en el mes de enero, así que mejor cambia el baño de refresco por un domingo esquiando en Garmisch-Partenkirchen.

8. Lo tuyo no son las manifestaciones ni las protestas. Si eres de tocar las narices, como mucho se te permite protestar por el precio de la vivienda, que se está poniendo por las nubes. Nada de porros ni altermundismo. O por lo menos que no se te note en público.

9. ¿Te sientes seguro? Al fin y al cabo los muniqueses son alemanes y ya se sabe que la cabra tira al monte. Estos dos últimos puntos dan fe de ello. Como a un buen alemán, a un buen muniqués no le falta seguro médico, de pensiones, de automóvil, de viaje, de asistencia en carretera… Mi preferido es el seguro de responsabilidad civil o Haftpflichtversicherung. ¿A qué es una palabra bonita? Con él, se supone que si descarrila un tranvía por tu culpa no tendrás que pagarle la rehabilitación a los 200 heridos, Gott sei Dank! Por mi parte aún disto mucho de ser un auténtico muniqués, sigo arrastrando esto en la columna de Tareas pendientes.

10. La guinda del pastel (y aquí me remito a cualquier decálogo sobre el buen germano). Solamente cuando estés realmente asentado en Múnich conseguirás este difícil objetivo. No importa si tus gafas son de pasta o no, si vistes con zapatos horrendos o si prefieres los pantalones cagados, en tu vestidor no puede faltar una chaqueta de la marca del lobo.  Ese día y no otro, cuando pases por caja y compres una auténtica Jack Wolfskin fabricada en el sudeste asiático, entonces podrás presumir de subir Alpes bávaros arriba como los ángeles… y tocar el cielo como un auténtico muniqués.