¿Qué hacen 35.000 cardiólogos en un congreso? Yo te lo contaré…
El pasado viernes me encontré con un cardiólogo venezolano y su familia en mi tour de Salzburgo. Éramos un minúsculo grupo de cinco personas y el hombre me advirtió a nuestro regreso a Múnich: “Prepárense porqué este fin de semana llegamos 35.000 cardiólogos de todo al mundo al congreso europeo”. Aquello, que me pareció exagerado, se tradujo en un tour de 12 personas a Neuschwanstein el sábado. Normalito, pero con seis cardiólogos. De repente, el domingo brotó de la nada un tour privado para dos viajeros de Argentina. Cardiólogos, señor y señora. Y luego vendría la excursión al castillo de Neuschwanstein de lunes, y la marabunta. Es decir, 37 cardiólogos o cardiólogos consortes venidos a los Alpes desde todos los rincones del mundo (que en mi universo laboral significa Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España, México, Perú, Uruguay, Venezuela…). 37 son los que subieron ese día al tren conmigo, porque martes repetiríamos la operación con 49… cardiólogos. Os cuento esto a jueves, un día después del cierre del dichoso congreso europeo de cardiología. Y una jornada más tarde de un tour de la ciudad con 20 doctores cardiólogos y un segundo tour especializado en el Tercer Reich –sí, señores, haciendo doblete- con 23 personas, la inmensa mayoría de ellos profesionales de ese oficio que no voy a volver a repetir a no ser que me duela el corazón. Esa es la verdad, sufrid@s cónyuges de profesionales liberales: cuando sus respectivas parejas les anuncien que emprenden viaje para participar en un congreso internacional, les estarán diciendo en realidad que se van a pasar una fantástica semana de vacaciones. Al menos eso es lo que me pareció a mi, después de quedarme seco tras los cuatro días más duros de trabajo que recuerdo desde que llegué a esta ciudad. Eso sí, en ningún momento me preocupé por el ritmo cardíaco.
sístole, diástole