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#rutaBayern: Schlenkerla i la cervesa fumada de Bamberg

La cerveseria des del carrer

La cerveseria des del carrer

No ens passa massa a sovint, però de tant en tant tenim la sort d’entropessar amb els llocs més fantàstics sense haver-ho planificat ni consultat prèviament. Simple atzar; eixir de casa. Dissabte passat a Bamberg, primera hora de la vesprada i últimes clarors del dia (just abans de les quatre). Sense massa fam busquem un lloc on descansar una mica els peus i recuperar el calor perdut després d’una passejada pel centre històric que ens ha deixat com el mercuri: molt a prop de zero. No en tenim ni idea d’on buscar però el cos ens demana alguna cosa tradicional, com que fa mesos que no dinem de cerveseria. Tampoc és exactament el pla, però jo no li faria el lleig a unes llonganisses ben torrades i servides amb col i una mica de mostassa. Al carrer dels Dominics està ple de cerveseries antigues, totes maques, totes plenes. A Mariola li crida l’atenció una en especial, l’enganxina d’un caragol del moviment slowfood a la porta ens avisa que allà poden succeir bones coses; la cua d’una vintena de persones que ja quasi sobrepassa la porta del carrer està a punt de dissuadir-nos. Però, com el caragol, no tenim pressa. Entrem al local i ens saluda una vella, bella, taverna decorada en fusta de diversos colors i realment antiga on, dissabte de novembre a la tarda, conflueix gent de tota condició. Descobrim que la cua no espera cap taula, sinó que aquesta gent guarda torn per a encarregar una cervesa en la barra i beure-la, sense més, en qualsevol racó de la cerveseria.

schlenkerla_schrank

Barra

En busca del nostre propi espai, nosaltres sí que volem seure, creuem diverses portes i ens n’adonem que en realitat es tracta d’un local prou més gran del que sembla a primera vista, totalment compartimentat. Uns pocs valents beuen a la fresca al pati interior, i fumen.

Petit pati de la cerveseria

Petit pati de la cerveseria

Altres gaudeixen de debò en els diversos reservats, nosaltres trobem finalment un espai acollidor en la denominada Bamberger Zimmer. Una habitació no massa gran, atapeïda, amb motius decoratius en fusta, o bé sobre cacera, taules quadrades, cap tapet, vida social (nosaltres compartim taula amb gent diria del nord)… i hom bevent una cervesa fosca de la que no n’havíem sentit parlar. Aquesta és la clau. Estem, per casualitat, a Schlenkerla, la cerveseria més popular de Bamberg i la més reconeguda en l’elaboració de la rara cervesa fumada. No ho dubtem i ens sumem a la festa que acabem de trobar: demanem dos cerveses fumades, una de blat i una de civada. I com que l’ocasió ho mereix, del fred passem a la fam i arrodonim la jugada amb un enorme schweinhaxn rostit i un parell de salsitxes bambergueses. Increïblement barat, i en observar com la cambrera va avisant als nous clients que entren a l’habitació que no tenen lloc sense reserva (està tot complet per al vespre), li dic que nosaltres no ho farem massa llarg. Em mira estranyada. “De pressa mai es pot gaudir”, em contesta amb eixe parar tan sec propi d’aquesta terra al que comence a acostumar-me. Diu la veritat. Seguim doncs, fumant cervesa.

Menjar i beure a la Bamberger Zimmer

Menjar i beure a la Bamberger Zimmer

*Nota per al viatger: Schlenkerla
La cerveseria Schlenkerla de Bamberg apareix documentada des del segle XIV i hui ha esdevingut en el referent que elabora un dels productes més singulars de la gastronomia autòctona d’esta petita ciutat reconeguda com Patrimoni de la Humanitat pel seu centre històric.

Segons n’informen en el seu propi web, les cerveses d’Schlenkerla, totes cerveses fumades, estan elaborades de forma artesanal i exposades totes a les brases de la fusta de faig, allò que les dóna el seu sabor i aroma característics. Normalment elaboren cerveses de baixa fermentació i l’estàndard té 5,1º. En produeixen de temporada, algunes d’ordi i altres de blat.

A la cerveseria es pot prendre directament del barril encarregant-la a la barra que tenen al vestíbul, o bé segut confortable a un dels salons del restaurant. Té capacitat per a unes 400 persones en total, però les habitacions petites, en un dia festiu o temporada alta, són insuficients per a cobrir la demanda. En torn de vesprada, la majoria de taules tenen reserva.

Per cert, obrin cada dia d’11 del matí a 11 de la nit, mentre que a internet venen producte. Pel que fa al preu al restaurant, és més bé econòmic: 0,5 l de cervesa 2,8; schweinhaxn 10 € /aprox.

*Aquest post al blog en castellà La cerveteca de JAB està dedicat a la Schlenkerla.

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Diario de Oktoberfest (IV): curiosidades y consejos varios

Después de 15 días casi extenuantes, para Múnich y para cualquier ciudad que se preste a algo tan gordo, hoy termina Oktoberfest. En un rato, me voy a despedirlo, pero antes quería comentar algunas anécdotas que he ido descifrando sobre la marcha:

Beber, beber, beber. Hace unos días ya comenté que la Oktober conmemora la boda real entre Luis I y Teresa de Sajonia, así como que recibe a más de seis millones de personas en un par de semanas. Mi segunda edición del festival me permite constatar –y advertir a los románticos- que es una fiesta para beber, beber y beber. Olvidémonos de bailes tradicionales, de saborear la mejor gastronomía típica de Baviera, etc. Bailar se puede bailar, nadie nos mirará mal; comer se puede comer, y además únicamente bávaro; pero la cerveza es el elemento sobre el que gira todo, sin edulcorantes.

La feria. Si tuviera que ponerle un complemento a la birra, además de los Trachten, ese serían las atracciones de feria. Un viajero español me dijo el otro día, de paseo por el Wiesn: “Mira, si disparan con la escopeta. Como en la feria de mi pueblo hace 30 años”. Es verdad, los participantes de la Fiesta de la cerveza van a la feria, prueban puntería, hacen pruebas de fuerza, les compran piruletas a sus seres queridos, suben a la noria o al tren de la bruja y otras cosas por el estilo. Mi viajero añadió: “Ahora en cualquier punta de España tenemos un parque temático con pistolas láser para disparar y montañas rusas que les dan mil patadas”. Efectivamente, quizá podríamos decir en este apartado que los bávaros y las bávaras se conforman con poco. Así nos luce el pelo a nosotros, los de la escopeta láser, y así les luce a ellos.

Trachten. Cuando llegué a Múnich, me prometí que nunca me compraría un Lederhose. Me equivocaba, ha pasado un curso y ya he estrenado el mío. La inmensa mayoría de los habitantes de esta ciudad que nos pasamos por Theresienwiese lo hacemos luciendo un Dirndl o un Lederhose –bueno, algunos, lucir no lucimos-. Me comentan, fuentes tan fidedignas como mi adorable ex vecina, que esto no siempre fue así. Antaño, los Trachten los llevaba la gente de pueblo y por supuesto ninguna chicha de bien osaba lucir uno que dejase al aire sus rodillas. Hoy las cosas son muy diferentes, tenemos Dirndl de falda larga, corta y extremadamente corta, o Ledehose para hombres, para mujeres, para mujeres que se sienten hombres, de colores, etc. ¿Qué será lo próximo? Que se lo pregunten a la industria de la moda, que ha puesto sus ojos sobre este mercado.

Corazones de jengibre, pinzas o fotografías. El negocio del souvenir aquí es, como no, gigantesco. Los corazones de jengibre están por todas partes. Todavía hoy son comestibles aunque me atrevería a decir que cada día son menos apetitosos. El mensaje que llevan incrustado es variable y coquetea con lo cursi en plan: te quiero, mi pequeña princesa o mi corazón.

Lo de las pinzas es otra historia, nos las venden en las carpas grabadas con nuestro nombre, y aunque a menudo acaban adornando algún escote, deberían servir para diferenciar nuestra cerveza del resto. Sí, son pinzas de madera de las de toda la vida, las de tender.

Y lo de las fotos, como en cualquier otra gran fiesta: primero nos fotografían sin preguntar, luego quieren que encima compremos las imágenes.

Demasiada gente, demasiado caro. También lo dije el otro día, prohibido ir a Oktoberfest pasadas las 11 de la mañana de un día festivo o de fin de semana. El resultado lo reitero: no se puede entrar a la carpa porqué está cerrada. Overbooking, saturación, llamadlo como queráis. Entre semana, la cosa cambia un poco, pero me da la sensación que cada año la evolución es a peor. Alternativas que se me ocurren a bote pronto para poder coger una mesa en Oktoberfest: ir por las mañanas en días laborables, preferiblemente de lunes a jueves; si vamos en fin de semana, plantarnos allí incluso antes de la hora de apertura (9 de la mañana); y la mejor, meterse en Internet casi un año antes del próximo Oktoberfest y reservar una mesa donde nos apetezca.

El tema de los precios, irritante. Si nos atendemos a la hemeroteca, el precio de la cerveza ha crecido un 40% en el último lustro. Este 2012 hemos pagado el litro entre 9 y 9,5 euros, lo que se transforma en 10 tras la pertinente propina. Si esto sigue así, mi consejo será: pasaros por Oktoberfest un rato, tomaros una y salir pitando en busca de un lugar en el que se pueda beber y comer a un precio decente. Para que visualicéis: jarra de cerveza de 1l + medio pollo en una carpa del Oktober, 20 euros; lo mismo en cualquier cervecería de Múnich, bien pagado, 15 euros.

¿Por qué las camareras tienen prisa? Esta es una pregunta que seguro os habéis hecho, los que habéis estado dentro de una carpa en un día concurrido. Las camareras y camareros que trabajan en Oktoberfest son revendedores. Esto significa que cuando encargamos nuestras bebidas van a una barra de servicio, pagan por adelantado la bebida que van a servir, cargan en la barra y nos la sirven a nosotros. Trabajan por cuenta propia como comisionistas y su negocio reside en la comisión que tienen por venta de cerveza o comida y la propina. Por eso las podemos encontrar obsesionadas con que vayamos bebiendo, ya que les va el sueldo – a más cervezas vendidas, más ingresos-. Y de ahí también la importancia de la propina, que se terminarán cobrando por las buenas o por las malas.

Diario de Oktoberfest (I): “O’zapft is!”

“El barril está abierto!”, grita el Alcalde, otra vez. Me recuerda a mi Rita, en plan “Senyor pirotècnic, pot començar la mascletà”. Solo luego de la frasecilla hecha del burgomaestre, a mediodía, la cerveza empieza a correr a chorros en el Oktoberfest. Seis millones de bebedores y bebedoras, que se chupan, usando jerga local, sus más de siete millones de litros de cerveza. Que se lo digan a las camareras, que los cargan, los descargan, los cobran y se ganan las propinas. A nueve y medio el litro que circulan, este año el redondeo les acorta precisamente eso, la propina – quien paga más de diez euros por un trago, por largo que sea!-. De éstas y de los setenta céntimos que se ganan por maß vendido viven algunas servidoras todo el año, por lo que no debe de ser grave.

Aunque esto no ha hecho más que empezar, se presiente lo agotador que puede llegar a ser. Lo confirman las mantas térmicas tapando a unos pocos desalmados y las camillas de urgencias correteando por el Wiesn a última hora del primer día. Yo cuento cinco atendidos, coqueteando con el coma etílico, en media hora. Siempre hay quien afronta esta historia sobrado de sed y falto de frente.

De vuelta a la fiesta. Es domingo, segundo día, y la mañana se presenta soleada aunque más bien tibia. Mariola, de Dirndl vino y rosa, preciosa. Y fresca, en el sentido matinal de la palabra, que no se malinterprete un escote de nada. Día de desfile en Theresienwiese y hora de entrar a fondo. En las carpas y en la malta. Aún no son las nueve y nos aguarda la cola en la puerta de la Winzerer Fähndl. Por ejemplo. La elección corre a cuenta de nuestros anfitriones, algunos más que eso. Los amigos de Perlach.

Una jornada festiva y muchos litros por delante. Se van bebiendo con alegría, con y sin música. A cada rato más apretados. Aprietan los bebedores y las vendedoras. Éstas últimas son como los alicatadores, los que hubo un día en mi pueblo, que trabajan a destajo. Por eso no se encantan. O le dan vidilla o no cobran.

Otras dolencias tienen, o mejor dicho tendrán, los que se plantan encima de la mesa reclamando la atención de los otros 10.000 del bar. Quieren unos segundos de gloria; a cambio ofrecen un trago hasta el final. Un hidalgo de los de toda la vida, pero de 1.000 mililitros. Suena a velocidad, a competición. Peligro, por tanto.

Peligro tiene el payaso que se ha echado a la garganta seis jarras en unas pocas horas, un par de ellas precisamente de hidalgo. Palmas ahora, esperemos que no haga falta reanimarlo en un rato. Pero Wiesn es mucho más y no es justo que yo, que me lo bebo, lo abra en canal. Hay quien bebe con gracia.

Nosotros, los nuestros, somos lentos pero seguros. Sin sobresaltos. Nos hemos plantado en mediodía y no nos hemos enterado. Pero lo dice el reloj. Es hora de codillo, de pollo asado, un plato de pasta bávara o de lo que sea, que no va a ser bueno, bonito, barato. Llenar para seguir absorbiendo. O no. Para el debut, más que suficiente. O sea, que toca retirada antes de empezar el tercer litro.

Salimos a la calle. El sol deslumbra, el pantaloncillo de Baviera pesa más de la cuenta y los calcetines, de lana, pican por primera vez. Molestan incluso los tirantes. Hora de desbeber, que diría la cursi de mi antigua profesora. Ya tardaba en incluir el comentario en la crónica. ¿Acaso alguien dudaba de lo que se mea en la fiesta de la cerveza?

Cae la tarde. No lo parece, pero hace frío, por eso hace tiempo que descartaron octubre. Der Herbst en Múnich no es la tardor en la plaza de toros de Valencia. Tenemos suerte de que nos abrigue la masa del domingo. No somos de feria, ni de corazones en la solapa. Tampoco de rosas o de alhajas, menos si van a precio de oro. Ale pues, dirección al metro, volvemos a casa.

Tras la ducha, sensaciones extrañas en torno al Oktoberfest, en mi primer día. Este lunes sería incapaz de repetir, a riesgo de morir de empacho. En lo etílico y en lo metafísico. En cambio, me apresuro a revisar frente al ordenador las instantáneas tomadas hace un rato en las entrañas de la catedral de lo kitsch, a la vez que me sorprendo tarareando algunos de sus hits, léase Fiesta mexicana o Viva Colonia. Imposible de descifrar lo que me sucede doctor, si bien imagino que lo que me atrae como un imán es lo mismo que me repele. En plan Benidorm. Un oxímoron, que diría el sabio. Cosas raras, que diría una madre. Imposible, que diría el listo. Pero cierto, añado. ¿A santo de qué sino me ha comprado un Lederhose?

De europeos y consumo de cerveza

Falta una semana para la apertura del Oktoberfest y voy muniqueando a cuatro manos en busca de temas cerveceros. En estas estaba yo el otro día cuando tropecé con un interesante informe de la Asociación Cerveceros de Europa – los fabricantes europeos-.

¿El tema? La producción y consumo de cerveza en los diferentes países europeos. El informe institucional no revela nada sorprendente, aunque algunas veces no por previsible una historia deja de ser interesante. Y es que, sí, tal y como cabía preveer echando un vistazo al mapa de los jardines de cerveza de esta ciudad, Alemania es el principal productor de cerveza de Europa, el país que más bebe en cifras absolutas -lógico, es el más poblado- y el segundo en litros consumidos al año per cápita.

Según el citado documento, cada alemán consume al año unos 110 litros de cerveza, más del doble de lo que se bebe por cabeza en España -50 litros- o el resto de estados del Mediterráneo. Muy lejos quedan incluso los británicos, con 76 litros per cápita y hasta los irlandeses, que se beben unos 90.

A pesar de todo, el récord absoluto de consumo cervecero lo tienen los checos, que se toman la friolera de 159,3 litros por habitante cada año, lo que se traduce en casi medio litro al día. Criaturas.

Os dejo un enlace al informe en pdf, por si os entra sed:

Karl en la Hofbräuhaus

A Karl Schloss le dura un litro de cerveza lo que dura un telediario en este país, menos que nada. A él, que se sienta siempre en la misma mesa e incluso ha conseguido que coloquen allí un cartel en su nombre, se la sirven en jarra de porcelana. Karl se cree un tipo con suerte. A sus 80, es un cliente de los de toda la vida, de esos que entran en la cervecería celebérrima con la llave entre las manos. La exhibe orgulloso, como privilegiado que es, y se adentra en el despacho de los señores bávaros, su hábitat. Con su llavecilla, abre la reja, saca la jarra, la lava y se la entrega al camarero, también de toda la vida. No le hace falta pedir, el serbio ya sabe cómo llenarle el Krug. Entre brindis y brindis, dependiendo del humor, Karl deja a veces que los turistas le acompañen a la mesa. Algunos se toman fotos con el viejo, cual trofeo. Sin aburrir, éste les chapurrea a cambio sus batallitas de cuando cazaba con el Rey de España, vaya par de golfos. Esnifa tabaco y no se separa de sus gafas de sol, ni de noche. Hace poco decidió abandonar temporalmente su Lederhose, pero nadie le roba su chaleco y, menos todavía, su sombrero. Mi amigo Christopher dice que el gorro del señor Karl es un pelín kitsch, o sea hortera, pero se lo disculpa porque es mayor. Aquí eso cuenta. Peor es lo de algunos chavales, que se pirran por unos pelos de jabalí, a estas alturas de partido. No nos desviemos del tema: el bávaro, el auténtico, no se levanta de la mesa hasta que no calla la música. Eso es, nunca vuelve a casa hasta la medianoche. Por el camino, varias cruces en el posavasos, a la vez que sus mejillas se sonrojan cada vez más y más. Quizá dos, tres o incluso cuatro equis marcadas sobre el cartón, todas en forma de litro. Así lo manda la tradición, su tradición, la de los viernes por la noche.

Postal 2.0 desde el Biergarten:

Queridos @maurosolbes y @aaron_mira:

Cuenta Joaquín Sabina, ya hace años, que solo en Antón Martín hay más bares que en toda Noruega. No podría decir lo mismo de Múnich, mi hogar a los 30 y el lugar donde aprendí –estoy aprendiendo- la importancia de la cerveza para un vida plena. Aquí vamos sensacionalmente bien en materia de cervecerías, tabernas, restaurantes y, por supuesto, jardines de cerveza. En uno de estos estaba yo @muniqueando el otro día cuando me crucé con un click bávaro, uno de esos con los que os pasáis el día jugueteando a estas alturas de la vida. Por si no me creéis, os adjunto la fotografía en la que podéis comprobar que nos tomamos una caña juntos. Obviamente, una caña de litro, o Maß, cómo se hacen llamar en Baviera. Por cierto el click, como buen bávaro, me explicó que los alemanes van a la caza de los checos, en busca del récord mundial en cuanto a consumo de cerveza por cápita. Por ahora, están en nada más que 130 litros de cerveza por habitante al año. O sea, más de uno cada tres días. No os digo más, tenéis que venir a tomaros conmigo un par de ellas. Por cierto, hoy volverán a correr a raudales, las Helles, con esto de que viene el sol… y el Bayern se juega su quinta Copa de Europa en casa.

Oktoberfest, millor amb cita prèvia

Impossible adjuntar-vos a esta postal la imatge d’una carpa amb 5.000 persones dins bevent cervesa i menjant llonganisses de Baviera. Simplement perquè hui ens ha resultat impossible ni tan sols clavar el cap en ninguna d’elles, i mira que n’hi ha, a l’Oktoberfest de Munic. En els dies de màxima afluència de gent, com hui, el recinte de Theresienwiese es satura de visitants abans de l’hora de dinar i l’accés a les carpes ja és pràcticament impossible per a la resta del dia. Així és que si feu pensament de vindre, imprescindible matinar (o reservar taula).

Nosaltres, a canvi hem anat a la cerveseria més gran de la ciutat, la Hofbraühaus, que és com una petita Oktoberfest de quatre plantes i oberta tot l’any. Estava un pelet menys saturada i les cerveses van a meitat de preu, pel que ens ha semblat una bona idea.

Vos convidem a tots els amics de la cervesa que gaudiu de l’Oktoberfest de 2012!

Més informació. La festa de la cervesa de Munic
L’Oktoberfest va nàixer a principis del segle XIX en Munic, on encara té lloc la festa de la cervesa més important del món. Dura entre setze i divuit dies i comença el tercer dissabte de setembre, pel que s’allarga fins els primers dies d’octubre.

Segons xifres oficials, l’Oktoberfest de Munic congrega cada any a uns sis milions de visitants en el recinte de Theresienwiese. Arriben a la ciutat tant de tot Alemanya com de la resta del món.

En total, participen mitja dotzena de cerveseres locals, que omplin el recinte de carpes i biergarten (descoberts) enormes amb capacitat per a entre 6.000 i 12.000 persones. A l’interior, unes grans taules de fusta on la gràcia està en seure a menjar garrons, xucrut, llonganisses, pollastres rostits i altres especialitats locals, però per damunt de tot, a beure cervesa. La serveixen en gerres de litre, al preu de 10 euros (9 més la propina). A banda de menjar i beure, a les carpes hi ha sempre un grup de música en directe, que interpreta música tradicional i tot allò que fa embogir al personal.

Hofbraü, Paulaner, Augustiner, Löwenbräu, SpatenFranziskaner, Hacker… són les cases principals de cervesa a Munic (al seu torn referent de la cervesa alemanya) i les que organitzen el sarao. Per a poder tindre una taula amb seguretat en caps de setmana, millor reservar, sense dubtes. Pensava que no seria possible fer-ho amb temps i a distància, però sí n’hi ha facilitats a través del web oficial de l’Oktoberfest.

Per la nostra banda, l’hem visitada varies vegades aquest setembre (especialment Mariola), amb sort dispar pel que fa a les acumulacions de gent. N’hi ha fira i molts llocs de menjar a fora de les carpes, però la diversió està en la cervesa. Important, fes-se amb un vestit tradicional de Baviera, per a prendre part plenament de la festa.

Més enllaços d’interés
Web oficial de l’Oktoberfest de Munic

Web oficial de Turisme de Munic

Per a vore la festa de la cervesa de Munic en tota la seua dimensió, he escollit aquest post del Blog de fotografia La mesa de luz, publicat al diari Público: Chucrut, cerveza y escotes bávaros (SET 20 2010). Efectivament, allà també es va a lligar…

Pel que fa a l’allotjament, l’oferta hotelera és abundant. Munic és la ciutat més turística de tot Alemanya.