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#rutaBayern: Neuschwanstein al límite (y más allá)
Todos tenemos una gota que colma el vaso, un punto de saturación, el hasta aquí llegó la nieve (perdón, por el localismo). A Neuschwanstein ya hace años que le llegó el momento, pero lo de este verano no tiene nombre. El agua del vaso colmado sobresale desde hace meses y no hay quien contenga el reventón. Ya no es que los profesionales tengamos que reservar las entradas con casi un mes de antelación, si queremos garantía de éxito en nuestras intenciones; ya no es que los viajeros individuales tengan que hacer interminables colas para, muchas veces, quedarse con las ganas de acceder al monumento; ya no es que los lugareños no den abasto con los servicios de transporte público para subir al castillo; ya no es que el trato en el interior del palacio deje mucho que desear; ya no es que las visitas interiores sean relámpago; ya no es que hayan cerrado por seguridad el desfiladero de Pöllat, y así llevamos un año; ya no es, y esta si que es gorda, que el 3 de agosto vayan a cerrar el puente de María, casi diría principal atractivo del lugar, al no poder garantizar la seguridad tampoco en la plataforma; ya no es la mala gastronomía y los servicios abarratados de Hohenschwangau; ya no es, el a menudo molesto, turismo de cámara barata al cuello y chanclas con calcetines; ya no son los ríos de chinos… Es simplemente todo y nada. Es que literalmente, no cabemos. Y o alguien coge el toro por los cuernos, o las consecuencias se presentan impredecibles.
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#rutaBayern: Rothenburg en silencio
Afuera había mucho ruido. Alboroto forastero. Sonido ensordecedor. Yo era ruido, por lo que no podía evitar sentirme molesto en medio de aquel escenario en forma de plaza empedrada. Solamente los tres puestecillos en el centro de la plaza, en sábado de mercado, conseguían equilibrar algo la situación. En una de estas tiendas, los espárragos blancos, gigantescos, todavía mojados en manos de la vendedora, una mujerona rubia, oriunda y oronda ella, de manos duras y rostro castigado por la vida en el campo, eran seguramente el mejor espectáculo que uno podía admirar. El resto, además, era muy complicado de desentrañar. Por eso, decidí salir pitando de aquella empedrada. Abrí la puerta del edificio más bonito de todos los que vi, el ayuntamiento, precioso palacio renacentista que durante siglos ha sido testigo en primera persona del encumbramiento y posterior caída a los infiernos del lugar. Al otro lado de la puerta, de pronto, dejaron de chirriarme los oídos. Qué descanso. Incluso el sentimiento de culpabilidad, que un rato antes me había estado embargando los pensamientos, quedó anestesiado casi por completo. Por fin, pude observar con serenidad, a través de las vidrieras, aquellos bellos edificios de la calle que, teniendo ante mis ojos, no había conseguido captar hasta el momento. Observar a través de los cristales, en silencio, me hizo sentir como si hubiese sido engullido por una gigantesca botella de vidrio, algo atrapado, pero extrañamente liberado de interferencias. A salvo. Lo primero que hice fue subir por la preciosa escalera en forma de caracol, de piedra noble y vieja, que apareció ante mi. Cuatro o cinco pisos más arriba, el ascenso terminó abruptamente con la irrupción de una puerta con un letrero que decía: “A la torre”. Portón adentro, una enorme sala diáfana revelaba algunos de los secretos del palacio centenario, caso de las enormes vigas de madera sobre las que se sostenía todo. En uno de los costados de la habitación, una puertecilla invitaba a seguir trepando más allá del techo de la casa, en busca de la torre. Y qué manera de trepar. Para cuando me dí cuenta, no había marcha atrás. Los escalones se hicieron más y más estrechos, y la corona de aquella vieja atalaya de cincuenta metros parecía no llegar nunca. De subida, alguna pequeña apertura en la pared seguía regalándome la posibilidad de disfrutar del pueblo, un rato más, libre de interferencias. Por fin, aquella escalinata angosta desembocó en una minúscula salita en la que, no obstante, había lugar para colocar a una recaudadora. Algo de ruido, comprensible y lógico ruido. “Son dos euros”, dijo ella. Tras pasar por caja, los diez peldaños finales, como si del acceso a la escotilla de un submarino se tratara, me escupieron por fin sobre el cielo de Rothenburg. Una vez arriba, superado el cuello de la botella, obtuve como regalo una perspectiva diferente, omnisciente, de un pueblo a doscientos autobuses de asiáticos pegado. Allí no se escuchaba ruido alguno, ni siquiera las emisiones de la docena de vigilantes de la torre que tenía por compañeros, cámara réflex en mano, entorpecieron el espectáculo insonoro. Tejadillos a dos aguas, casonas de madera entrelazada, palacios de piedra, campanarios, torres, ríos, prados verdes y amarillos, primavera… Y silencio, pues allí arriba, por fortuna, todo seguía siendo placentero silencio.
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#rutaBayern: les fonts de l’Isar
No és l’Elba, no és el Danubi, però és el nostre, el riu sempre és vida, i amb el temps he anat estimant-lo més i més. L’altre dia, potser una mica d’hora si tenim en compte que mig matí el vàrem passar xafant neu de primavera, vàrem acudir en busca de les fonts de l’Isar, al Tirol.
Exactament no vàrem arribar a les fonts, poc va faltar, i ens varem endinsar a canvi, com ens fou possible, en la curiosa i poc concorreguda gola de Gleirsch. Una excursió d’una dotzena de quilòmetres, anada i tornada –llàstima que no siga una ruta circular–, més bé senzilla per començar la temporada de senderisme als Alps i la zona prealpina.
La passejada, potser una mica sobrevalorada si atenem a les ressenyes que en fan els aficionats locals i que la situen com una cosa única –al final, de goles amb caigudes d’aigua, n’hi ha bona cosa per ací–, comença i acaba al poble austríac de Scharnitz, als peus del Karwendel. Es fa sempre a la vora de l’Isar, aigua pura i fresca, acabada de nàixer de la muntanya, sense massa desnivell acumulat i caminant sempre en pla o amb una pendent mínima. Es camina per la vall, de fet, arrencant al poble per sota dels 1.000 metres i amb un cota màxima per davall dels 1.200.
Els camins estan suficientment assenyalats fins que s’arriba al Gleirschklamm, la gola, un comença un tram d’un parell de quilòmetres que està marcat amb color negre, difícil. No diria que es un camí complicat, tot i que és cert que es passa per camins molt estrets en un barranc, potser no és la millor opció per a excursionistes poc acostumats o amb vertigen. Res greu, però.
En el nostre cas, la abundant neu que encara quedava a les parts d’ombria, just acabat l’hivern, ens va impedir completar els últims metres del matí, però no gaudir-ne.
Per cert, com que la tranquil·litat és absoluta a esta ruta, també ho és pel que fa a cabanyes en les que trobar cervesa fresca o alguna cosa per menjar. Millor portar els entrepans, doncs.
Les postres, això sí, les vàrem fer a Mittenwald, de camí de tornada i ja a Baviera. Seguts a una terrassa al carrer principal, amb unes magnífiques vistes del Karwendel en primer pla.
*Nota per al viatger
Hi ha descripcions detallades de la ruta a diferents webs, en alemany. És el cas d’aquestes resenyes a Bertour Online.
#rutaBayern: un rato azul en Murnau
El otro día pusimos pie en Murnau am Staffelsee. Es uno de esos sitios a los que tienes pendiente acercarte, al lado mismo de casa, pero, sin saber por qué, nunca acabas de concretar esa visita. Delito. Y peor todavía, si no lo había cruzado anteriormente con el autobús cien veces, camino del innombrable lugar de cuyo nombre no me quiero acordar, no lo había cruzado ninguna. Pues sí: mañana fría de domingo, aunque debería de decir mañana fresca de domingo, ¿quién dijo frío ahora que ya no queda nieve? En Murnau, a finales de marzo, la nieve se ve a lo lejos, como si fuera de mentira, en la montaña, pero es muy probable que el terruño apunte al verde, desde el gris. O al azul. Porque Murnau, niebla pura, preludio del pico del tren, colinas, tierra húmeda y pantanosa, es un pedazo del país azul. ¿Azul? Sí, azul Wassily Kandinsky, azul Gabriele Münter, azul Alexej von Jawlensky, azul Franz Marc. Y de ahí el propósito de la visita: El Jinete Azul. No es la galería de la Lenbachhaus en Múnich, pero el museo en el castillo de Murnau nos regaló un rato fabuloso de Expresionismo. Y no solo eso: nos empaquetó la historia del pueblo para regalo, un claro nifunifa a priori, hasta el punto que salimos de allí con ganas de comprarnos una casa en Murnau. Pero no una cualquiera, una en la calle del mercado. O mejor, una de las que inventó de su puño y letra Gabriel von Seidl. Quien pudiera… Lo peor de la visita, o no, las fotos no están permitidas dentro del museo municipal de Murnau. Así es que si alguno quería saber cómo eso todo ese mundo por dentro, pues que se vaya a verlo con sus propios ojos.
*Nota para el viajero
Echad un vistazo a la web del museo para comprobar precios y horarios. Más sobre expresionismo en el vecino Kochel am see, en el Museo Franz Marc. Y todavía más arte expresionista a cuatro pasos: el Museo Buchheim al sur de lago de Starnberg.
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#rutaBayern: Cinco razones por las que Neuschwanstein no es el mejor lugar para personas de movilidad reducida
Arranca la temporada y regreso al mítico palacio de Neuschwanstein. Después de dos meses de parón ya son tres viajes en unos días. En fin, al grano, lo que me cuece por dentro, y después de afrontar un grupo especial el otro día, es lo mal montado que lo tienen para las personas de movilidad reducida. No es falta de preparación, ¿es falta de ganas? ¿un problema de rentabilidad (de este tipo de público, que consume más tiempo y espacio en un lugar en el que no hay ni tiempo ni espacio)? Sea cómo sea, esto es lo que hay y lo que, creo, debería de saber una persona con problemas de movilidad, ligeros o severos, antes de plantearse ir al palacio de Neuschwanstein y visitarlo por dentro:
1. Acceder hasta el castillo no es sencillo. El tráfico rodado está cerrado en la zona de Hohenschwangau, donde se encuentra el palacio, desde unos 2 kilómetros antes de alcanzar el monumento. Además, el acceso es por un camino cuesta arriba. Hay que subir, por tanto, 1,5 kilómetros hasta la puerta, que son otros mil metros si se quiere visitar el mirador del puente de María, el que ofrece la vista mítica. Unos 20 minutos caminando para una persona en buena condición física.
Como alternativa, en primavera y verano hay un servicio de traslado en autobús público que cuesta 2 euros pero que no reserva entradas. Esto es: hay que hacer cola, de media hora a una hora, y luego hay que caminar igualmente unos mil metros, pues nos deja en el mirador del puente, no en la puerta de Neuschwanstein. Los buses van abarrotados.
Segunda alternativa: subir en carro, que tampoco nos deja en la puerta. Cuesta seis euros por trayecto, hay colas y, lo peor, los pobres caballos (dos por carro) cargan con hasta trece personas, dirigidos por personal local de lo más desagradable. hay que advertirlo.
2. Moverse por dentro del castillo no es más sencillo. Las personas que acrediten una discapacidad y se registren previamente pueden usar el ascensor para llegar a las salas nobles; el resto, no, aunque tengan problemas de movilidad. Por tanto, hay que subir y bajar muchas, muchas, muchas, escaleras. Cinco pisos para arriba y otros tantos para abajo. De los de antes.
3. Mucha prisa y poco espacio. Las visitas se organizan en grupos de unas 50 personas que acceden al palacio cada cinco minutos. Por tanto, cada turista recorre la decena de salas nobles con audioguía en unos 30 minutos, siempre acompañado por una marea de viajeros y flanqueado, por delante y detrás, por otros grupos. No hay libertad de movimientos, no se puede ir despacio, no queda mucho hueco para moverse por las estancias… No es cómodo, hablando claro.
Por cierto, si una persona con problemas de movilidad se retrasa en la subida al palacio por lo que sea, como cualquier otra, se queda sin entrar, pues las entradas van numeradas y con horario exacto de acceso. Si llegas tarde, te quedas fuera.
4. La naturaleza es caprichosa y el lugar no está 100% preparado para afrontarla. Por muy domesticado que esté el paraje, estamos a las puertas de los Alpes. Esto es sinónimo de nieve y hielo una parte importante del invierno y de lluvias fuertes en cualquier momento del resto del año. Si vas en enero, será difícil moverse con libertad por la mayoría de caminos, pues simplemente limpian el tramo principal hasta la puerta; si vas en verano, igual te coge una tromba de agua y te la comes. No hay casetas, ascensores, sistemas de evacuación… en el camino que va entre Hohenschwangau y el palacio de Neuschwanstein.
5. Digan lo que digan desde la administración, en líneas generales el palacio no pone facilidades a este tipo de visitantes. Algunos datos sueltos: en todo el monumento solamente se dispone de un aseo adaptado a personas de movilidad reducida, a pesar de lo difícil que puede resultar para personas en silla de ruedas, por ejemplo, cambiar de piso; el descuento en el precio de la entrada es de un solo euro, a pesar de las dificultades; si no te apuntas con antelación, presentando carnet que acredite discapacidad, no puedes usar el ascensor.
En resumen, no seré yo quien le diga a una persona en silla de ruedas, o que simplemente tenga problemas para caminar, que no vaya a Neuschwanstein, pero al menos que sepa a lo que se enfrenta. Porque, a pesar de todo, la condenada vista desde el puente puede seguir siendo un motivo suficientemente importante como para acudir.
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#rutaBayern: la pista de trineo del Wallberg
Al final, como todo, al invierno de Baviera es cogerle el hilo. Que sí, que hace frío, pero si te quedas en casa te mueres del asco. Y cosas que hacer, siempre hay.
Más barato que ir a esquiar es cogerse un trineo y dejarse caer por cualquier cuesta que tenga algo de nieve. Este año no falta, nieve. En todo caso, siempre hay pistas y pistas, para dejarse caer con un schlitten, que es como esta gente llama al trineo.
Rebuscando sitios buenos el otro día conocimos la pista de trineo, o rodelbahn, del Tegernsee. Son casi siete kilómetros de bajada, con 800 metros de desnivel desde una cota 1.600 en lo alto del Wallberg hasta casi los pies del lago.
No sé cómo será la cosa cuando haya poca nieve, pero la verdad es que este invierno la capa es suficientemente buena como para que la bajada sea un cachondeo, a ratos incluso algo desmadrado, si no peligroso. Media hora bajando, por cierto, algo más si se van haciendo paradas. No cogimos el casco, pero no pienso olvidarlo la próxima vez.
El trineo, por cierto, lo alquilamos en la misma estación al precio más que razonable de 5 euros para todo el día. Eso sí, como no somos muy previsores, llegamos a mediodía y los trineos, en sábado, estaban agotados, por lo que nos tocó esperar casi una hora hasta que se fueran retornando equipos.
Así es que sacamos el billete para una sola subida con el telecabina, suficiente para una sola bajada. Es posible comprar tique para dos o más subidas, aunque los descuentos no son muy fuertes. Una subida cuesta 10 €, un pase de tres vale 26.
Las vistas, desde arriba, por cierto, impresionantes.
*Nota para el viajero
Todos los detalles sobre el rodelbahn del Wallberg, en su web.
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#rutaBayern: del ‘little Berlin’ o l’altre mur (a Baviera)
En una setmana es commemora el 25 aniversari de la caiguda del Mur de Berlín, un dels episodis més fascinants, i decisius, de la història contemporània. Pocs saben de la versió bavaresa del Mur, en el poblet de Mödlareuth.
(Este texto está publicado en castellano en el magazine digital Dahoam. Léelo aquí)
El proper 9 de novembre es compleixen 25 anys de la caiguda del Mur de Berlín, aquella barrera infame que va separar durant dècades als ciutadans de l’actual capital alemanya, aleshores dividida entre la República Democràtica Alemanya (RDA) i la part occidental o República Federal d’Alemanya (RFA).
Molt se sap d’aquest punt fronterer, erigit al 1961, no es tracta però de l’única paret que va mantenir dividides a les dues Alemanyes fins 1989. A partir de 1960 i en un context de Guerra Freda i escalada de tensió, amb una RDA obsessionada per frenar l’èxode massiu dels seus ciutadans, la frontera interalemanya, com s’ha anomenat el llindar que va separar a tots dos països sorgits després de la II Guerra Mundial, va ser una de les mes militaritzades del planeta. Tancada amb clau.
Encara que semble estrany, la pròspera i meridional Baviera, tan profundament occidentalitzada, fou un dels länder fronterers amb la RDA, en concret amb els estats actuals de Turíngia i Saxònia.
El ‘little Berlin’
I amb algun cas especialment curiós, com el de l’aldea Mödlareuth, els habitants (50) de la qual es disgreguen des de 1810 en dos espais de gestió administrativa independent. D’una banda, el sector nord del poble va quedar, després del naixement del Regne de Baviera, sota els dominis del Principat de Reuß; per un altre, el sector meridional roman des de llavors sota control bavarés, abans depenent del Principat de Bayreuth.
Després de la II Guerra Mundial, la cara nord de Mödlareuth quedaria enclavada en Turíngia, sector de control soviètic, mentre el sud romandria sota el domini de les tropes nord-americanes, com va succeir amb la resta de Baviera.
Ja en 1949, amb la participació d’Alemanya en dos estats sobirans, la frontera entre tots dos costats va quedar clarament delimitada en el poble, sent possible, no obstant açò, el trànsit de persones mitjançant la tramitació de permisos.
En l’estiu de 1966, cinc anys després de la creació del mur de Berlín, es va erigir en aquesta localitat un mur de 700 metres de longitud que va barrar definitivament el pas entre ambdues parts.
El control d’aquesta frontera de marcat caràcter rural es va endurir amb els anys, fins a l’extrem que existien dispositius de dispar automàtic per a evitar que fóra creuada furtivament. Únicament s’hi van comptabilitzar alguns ferits, així com un parell de soldats morts, de la mateixa forma que són pocs els casos coneguts d’intents de saltar aquest mur durant dècades.
En 1983 es va produir una visita d’alt nivell a la part occidental de Mödlareuth. L’aleshores president d’Estats Units d’Amèrica, George Bush pare, va conèixer el lloc de primera mà, batejant-ho com little Berlin.
Exactament un mes més tard de la caiguda del Mur de Berlín, el 9 de desembre de 1989, es va obrir aquesta tranquil·la frontera amb un pas permanent. Amb tot, darrerament es va optar per conservar part de la paret divisòria, obrint-se un museu a l’aire lliure que roman a la disposició del públic en l’actualitat.
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#rutaBayern: Algunos vestigios del complejo nazi de Obersalzberg (más allá del Nido del Águila)
Se estima en medio millón el volumen anual de turistas que peregrinan hasta lo alto de la montaña Kehlstein (1.834), en Berchtesgaden, para visitar el antiguo refugio de Adolf Hitler en los Alpes bávaros.
La antigua casa de té del führer o Nido del Águila, reconvertida hoy en restaurante y mirador, es el principal motivo de la mayoría de las visitas, llegadas de medio planeta, y el único elemento que se conserva intacto de cuantos configuraron el denominado complejo nazi de Obersalzberg. No obstante, existen otros interesantes y desconocidos vestigios de la urbanización del Partido Nazi en esta zona montañosa situada en Berchtesgaden, Baviera, a escasos kilómetros de Salzburgo.
Aunque casi nada queda de los cuatro chalés principales, el Berghof –la casa de montaña de Hitler– y los de Göring, Bormann y Speer, no son pocas las huellas visibles de la antigua urbanización en su conjunto. Ello, a pesar de la práctica destrucción por parte de los Aliados, durante la liberación en mayo de 1945, y las posteriores demoliciones de instalaciones a lo largo de los últimos años, ya con los terrenos en manos de las autoridades alemanas. El ejército de los Estados Unidos de América, por cierto, mantuvo una instalación militar activa y gestionó parte del complejo hasta el año 1995.
Hotel zum Türken y complejo de túneles
Abierto como alojamiento alpino en 1911, el hotel zum Türken se sitúa ya por encima de los 1.000 metros de altitud en la parte baja del complejo, justo unos pasos por debajo de la antigua casa de Hitler. Durante el tercer Reich, esta pensión fue adquirida forzosamente por los nazis, destinada a convertirse en acuartelamiento de la Reichssicherheitsdienst, fuerza de protección personal de Hitler integrada en las SS.
Parcialmente destruido durante la liberación, el vetusto alojamiento actual es prácticamente idéntico al preexistente. Aun así, lo más interesante del lugar es que proporciona el acceso al sistema de túneles que cosía el complejo por el subsuelo. En continuo proceso de deterioro, el acceso a los túneles y búnkeres está regulado por la familia propietaria del hotel y es posible desde el interior del mismo.
Únicamente quedan transitables un par de kilómetros de túneles, en diversos niveles bajo la montaña, estando el paso a algunas zonas cerrado por seguridad. A pesar de todo, es una visita altamente recomendable. También es posible ver las celdas de castigo construidas para los mismos guardias.
Centro de Interpretación
El centro de interpretación de Obersalzberg ofrece una interesante exposición sobre lo que fue aquel residencial durante el nazismo. Asimismo, se ubica en lo que anteriormente fue la Gästehaus Hoher Göll, una residencia de invitados pensada para acoger la visita de dignatarios internacionales.
El edificio está reconstruido, pero algunos elementos, como las arcadas y muros de la planta baja posterior, son originales.
Platterhof
En este lugar abrió en 1877 Mauritia, Moritz, Mayer una pensión con su mismo nombre. Cada vez más conocida en la zona, el establecimiento pasó a ser conocido como Platterhof, en referencia al personaje homónimo de la novela de Richard Voß, Zwei Menschen.
Manteniendo su denominación, durante el reich fue severamente modificado y ampliado. En principio había de servir como hotel común, aunque en la práctica se reservó a la alta sociedad y militares de alto rango.
Escapó de la destrucción en la guerra y tras la misma, siendo reconvertido en el hotel General Walker hasta que en el año 2000 fue demolido. En su lugar, se erige hoy un restaurante y una tienda de souvenirs, que no consiguen escapar del todo a su pasado, pues se conservan los muros y una enorme explanada usada como aparcamiento.
A unos metros se encuentra hoy el parking y oficina de tickets de los autobuses que suben hasta el Nido del Águila, en el lugar antes ocupado por los garajes del Platterhof. No muy lejos se ubicaba el cuartel de las SS, del que no queda rastro.
Otros
Son numerosos los edificios de rango menor que se han conservado hasta la actualidad. Es el caso de la Gusthof, una antigua granja por la que se pasa de camino, en la parte más baja del recinto. Hoy en día sirve al campo de golf de la zona, vinculado al lujoso hotel Intercontinental.
En el lugar donde se levanta el citado hotel, por cierto, hallaríamos la vivienda de Göring. Ni de esta casa ni del Berghof, la de Hitler y Eva Braun, se conservan marcas destacadas. El lugar exacto donde se hallaba el Berghof está ocupado hoy por un frondoso hayedo, a medio camino entre el hotel zum Türken y el parking en el Platterhof. Andando por el bosque se pueden contemplar algunos antiguos muros entre la maleza.
Intactas aunque fuera de foco permanecen varias construcciones vinculadas al arquitecto Albert Speer, ministro de Armamento y cuarto dirigente nazi en habitar una vivienda en Obersalzberg. Alejada del resto, se mantienen su antigua casa y su estudio, como propiedades privadas en la actualidad.
En Berchtesgaden pueblo no faltan los elementos de interés histórico vinculados al nazismo, como la estación de trenes o algunos murales que, eso sí, han sido retocados eliminando cualquier referencia al nazismo.
Finalmente, por supuesto que la estela del nazismo se sigue con mucha más facilidad transitando la carretera que sube hacia el Nido del Águila. Una vez se baja del autobús que la recorre, se mantienen intactos muchos elementos históricos más allá de la casa de té de la cima. Es el caso de la puerta de entrada de piedra o el ascensor de bronce construido en 1938 en el interior de la montaña.
*Nota para el viajero
La web del centro de documentación de Obersalzberg ofrece numerosa información sobre el recinto, así como el museo en sí mismo. A diferencia del Nido del Águila, que cierra de finales de octubre a mayo, este permanece abierto todo el año.
Por internet circulan numerosas fotografías antiguas sobre el complejo, aunque la web más completa seguramente sea la de Geoff Walden, denominada Third Reich Ruins. Las recopila junto a numerosa información en un libro a la venta en Amazon. Esta es la referencia: Geoff Walden. Hitler’s Berchtesgaden: A Guide to Third Reich Sites in the Berchtesgaden and Obersalzberg Area. Fonthill Media, 2014; formato eBook: Amazon (inglés).
Otra referencia interesante es el episodio Points, de la serie Band of Brothers. Mikael Salomon (director). 2001. HBO.
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#rutaBayern: Seebensee
En el año del pésimo agosto, el otoño ha arrancado en Baviera mucho más benévolo de lo esperado. Hasta el punto que nos hemos vuelto a acostumbrar al sol y salir a la montaña sin impermeable. Y si hace justamente un año celebramos el día de la Unidad de Alemania subiendo el Zugspitze (2.962 m), esta vez hemos regresado a la montaña más alta a este lado de la frontera –qué absurdo esto de las etiquetas–, aunque no para encaramarnos a la cima sino para disfrutarla desde enfrente.
Desde la cara austriaca del Zugspitze, son decenas las alternativas para hacer senderismo con salida en Ehrwald. Sin un objetivo totalmente claro, nosotros nos decidimos finalmente por caminar en dirección el Tajakopf (2.450 m), con la idea de alcanzar como mínimo el Seebensee o bien subir algo más hasta la Coburger Hütte (1.917 m).

Rutas de senderismo y en bici desde la Ehrwalder Alm. Esta vez elegimos el Seebensee, aunque nuestra ruta fue desde el mismo pueblo sin usar remonte. /EHRWALDER BAHN
Si bien la ruta es bastante sencilla, el hecho de subir caminando desde Ehrwald mismo –se puede usar el Ehrwalder Bahn para salvar los 400 metros de desnivel iniciales– nos empujó finalmente a plantarnos en el lago Seeben.
Sabia decisión, pues en total recorrimos más de 16 kilómetros con un desnivel acumulado de 1.300 metros, entre subida y bajada, más que suficiente para un día de paseo tranquilo y en grupo, cuyo objetivo era realizar una excursión de dificultad baja.
De hecho, es cierto que no presenta problemas técnicos –se puede subir hasta en bici de montaña–, pero completar esta excursión sin el uso del teleférico reclama esfuerzo físico considerable. En total, cubrimos el itinerario, ida y vuelta, en algo menos de seis horas, parada para comer a los pies del lago incluida. Fueron unas 3 horas para subir, tranquilamente, por unos 90 minutos de pausa y otros 90 bajando.
La cabaña Coburger, donde existe la opción de comer, se nos quedó unos metros más arriba, aunque algo más abajo pasamos por una segunda justo antes de alcanzar el Seebensee, en la cual también es posible el avituallamiento.
Respecto al paisaje, influye mucho el clima, pero el hecho de encontrar condiciones climáticas óptimas dio como resultado paisajes excelentes, tanto en el lago como durante toda la subida, con la cara tirolesa del Zugspitze como telón de fondo.
*Nota para el viajero
La misma web del Ehrwalder Almbahn indica las alternativas de excursiones existentes. Si se anda en busca de algo sencillo y corto, entonces hay que usar el remonte, que cuesta unos 15 euros. La web austriaca Bergfex también detalla numerosas rutas en esta zona del Tirol.
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#rutaBayern: Jochberg
Acaba l’estiu i, mentre ve la neu i no, abelleix acostar-se de nou a la muntanya. Baixos de forma física com estem, la temporada l’hem encetada el passat cap de setmana amb una excursió més bé senzilla però ben agradable.
Per a excursions fàcils, les que ofereix el territori prealpí de Tölzer Land, allà on comencen les primeres muntanyes de l’Alta Baviera. En concret, la primera eixida fou la pujada al Jochberg (1.565 m), una excursió que es pot fer en format circular amb 9,3 quilòmetres de camí en total i un desnivell de pujada de poc menys de 800 metres.
Els camins estan ben indicats, nets, si de cas transitats (en cap de setmana, amb bon temps), i són fàcils de recórrer per hom. En total, la ruta es pot fer en dues hores, encara que amb una parada per dinar, o si el ritme és baix, es pot allargar un altre parell d’hores.
La passejada en cercle comença a qualsevol dels aparcaments que trobem a la carretera B11 entre Kochel i Walchensee, indicada als navegadors GPS com (Kesselbergstrasse). Si els aparcaments estan plens no hi ha cap problema d’aparcar a la vora del llac Walchen, ja a Urfeld.
Des de la B11, els senyals que indiquen l’inici de la ruta del Jochberg són abundants, només cal seguir-los fins abandonar la carretera. Pujant, s’ha de creuar la mateixa i entrar al bosc a mà dreta. Aleshores comença l’ascensió que dura uns 90 minuts sense presses, una mica menys a bon ritme.
En passar la cota 1.300 acaba el bosc i apareix una zona de pradera. Està perfectament senyalitzat (i es veu ben clar), però seguint a l’esquerra s’assoleix el cim i girant a mà dreta, de baixada, s’arriba al Jochbergalm. Ací es pot comprar una cervesa o fins i tot alguna cosa per menjar. Sembla un biergarten, però no permeten fer pícnic a les seues pròpies taules.
Al cim les vistes al sud són espectaculars, amb els Alps bavaresos i el Tirol de fons. Sense núvols baixos, és senzill admirar els principals pics de la zona: Zugspitze, Alpspitze, Dreitorspitze, Karwendel, etcètera. També el llac Walchen i els boscos que l’envolten. Encarats a la cara nord: la planícia i el llac Kochel en primer terme, mentre que si girem la vista a l’oest ens acompanya l’Herzogstand de ben a prop.
Baixada
Des de la mateixa cabanya comença la baixada en direcció al Walchensee. No està tan ben indicada com la pujada i el camí combina instants pel bosc amb altres que transcorren per un camí forestal més ample. En qualsevol cas, res de ciment.
Al final de la baixada, uns tres quilòmetres després, arribem al mateix llac, preciós. El darrer tram de la passejada es fa per un camí a la vora de l’aigua, fins que arribem a Urfeld i enfilem l’estacionament.
Nota per al viatger
Hi ha descripcions detallades de la ruta a diferents webs, en alemany. És el cas d’aquestes resenyes a Bertour Online i Almenrausch.at.
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