Viaje a oscuras

No es que sea un iluminado, pero sí que soy un amante de la luz. Y de los recuerdos, por lo menos cuando son buenos. En esto, las fotos, las mías, las nuestras, han venido jugando un papel fundamental desde que cogí por primera vez la mochila. Son para nosotros dos y para todo el que quiera verlas. Ayer, y antesdeayer, tuve un encuentro privado con dos viajeros que preferían viajar de otra forma, a salvo de un objetivo fotográfico, casi diría a oscuras. Es la primera vez que me ocurre. No eran invidentes, ni estaban cegatos, tenían los ojos bien abiertos, pero iban, más bien venían, de vuelta de todo. Imagino, es lo que conlleva consumir media vida rodeado de chorizos y tener que limpiarles el culo constantemente. De vuelta a la oscuridad: lo suyo, lo nuestro, ha sido estos días en Baviera el paseo y, entre vista ocular y vista ocular, el arte de la palabra, con el acento puesto sobre el cine, sobre Italia, la mafia, los ladrones de guante blanco y los que traen las manos roñosas. Gorrillas. Pero nunca nada de imaginería y, sobretodo, nunca nada de testimonios gráficos. Para huellas, la memoria. ¿Sin fetichismos o sin testigos? Aunque también es lo mío, no averigüé la razón de este viaje a oscuras. Simplemente comprendí que no debía hacerlo. Tampoco especularé ahora, que todo ha terminado. Así son este tipo de aventuras, que quedan entre sus protagonistas a merced de sus respectivas memorias. Solo a ellos les pertenecen sus historias.

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