Oye, ¿y tú de qué trabajas?
Este pequeño diálogo es una breve historia de ciencia ficción que le dedico a mi amigo Iñaki. Él sabrá en qué medida se trata esto de un texto fruto de mi imaginación o, por el contrario, si estamos ante un relato cotidiano para personas como nosotros dos. Amigo Iñaki, solo te digo una cosa: si una sola clienta se atreve a preguntarme sobre si eso que he escrito es cierto, o si se inspira en su propia experiencia, negaré la mayor y le diré, moviendo la cabeza de lado a lado, que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Ahí va eso:
Nueve de la mañana en Múnich. Un día cualquiera. Eso sí, hace frío y está/estará/ha estado nublado. En la Estación Central de Trenes a punto de partir en dirección a Núremberg. Un guía de viajes acompañando a su grupo.
GUÍA. Buenos días…
CLIENTA. Buenos días…
No han pasado ni cinco minutos desde que ambos personajes se conocen, todavía en las inmediaciones de la Estación de Trenes. La clienta pasa al interrogatorio de turno:
CLIENTA. ¿Y tú qué haces en Alemania? … ¿pero vives aquí? … ¿y cuánto tiempo llevas viviendo en Múnich?… ¿y te gusta vivir en Alemania? … ¿y la Merkel qué dice de los españoles?
Un par de horas o tres después. Estamos en plena visita a Núremberg y el guía lleva muchos minutos soportando preguntas cuyas respuestas la clienta parece olvidar a los pocos segundos.
GUÍA (pensamientos sueltos mientras toma aire). ¿Y si me ha tocado viajar con Dory, el pez de la amnesia anterógrada? ¿Se estará quedando conmigo? ¿Me estará grabando con una cámara oculta? Imposible, si fuera una reportera borde a lo Marta Márquez estaría jamona. O sería china, como Usun Yoon. Ni lo uno ni lo otro. Qué mujer más rara…
A todo esto el guía sigue hablando. La clienta interrumpe el discurso automatizado del guía, otra vez.
CLIENTA. Entonces, ¿esta es la casa taller de Alberto Durero?
GUÍA. Sí, como le acabo de explicar. Me ha dicho que conocía su figura, verdad; en ese caso seguro que recuerda su famoso retrato, el que se puede ver en El Prado. Ya sabe, tiene muchos, pero hay uno en Madrid.
CLIENTA. Ah sí, ese, lo he visto. Por cierto, una pregunta más, ¿y Alberto Durero todavía vive aquí?
GUÍA. No señora, como recordará hace treinta segundos que le dije que esta es su casa taller, la de Alberto Durero, el que usted conoce, el pintor del Renacimiento alemán, el que vivió y trabajó aquí hasta su muerte en 1528. Hace casi 500 años.
CLIENTA. Ah sí, es verdad.
Y se queda tan pancha.
GUÍA. Si le parece vayamos hacia el castillo imperial de Núremberg. Este castillo era propiedad del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico hasta la integración de Núremberg en el Reino de Baviera, allá por 1806. Durante el Tercer Reich incluso fue remodelado por los nazis y hoy en día es un edificio público de Baviera.
CLIENTA. Ah sí, me acuerdo. Oye, solo una pregunta, ¿qué significaba lo de Reich?
GUÍA. Imperio, señora. Tercer Reich, Tercer Imperio.
CLIENTA. Ah sí, me acuerdo. ¿Y Baviera?
GUÍA. Baviera señora es el lugar en el que nos encontramos, uno de los dieciséis länder, o estados federados, que componen la República Federal Alemana. En el caso de Baviera antiguamente fue un Reino, y antes un Ducado. En alemán, por cierto, Bayern.
CLIENTA. Ah sí, es verdad. Por cierto, eso mismo, ¿qué significa Bayern?
GUÍA. Baviera, señora, como le decía en este mismo momento. (De ahí su pregunta a mi respuesta.)
Parece que la señora se queda sin preguntas. Lo cierto es que la cuesta que conduce al castillo de Núremberg es empinada y dejaría sin aliento al mismísimo Emil Zatopek. Arriba se recupera pronto:
CLIENTA. Oye, ¿y estas calles qué eran durante el tiempo de ellos? Ya sabes, cuando Hitler estaba en Núremberg. Es que a mi me interesa mucho el tema de los nazis, ya sabes.
GUÍA. Señora, estas calles hace siglos que están aquí, son el casco histórico de Núremberg, que como le decía es una ciudad que no montaron los nazis en un rato sino que ya hace bastantes años que existía. Los nazis, igual, se dieron algún paseo por estas calles. Si quiere le enseño unas fotos, pero el caso es que aquí, entre semana y esas cosas, vivían personas. Como hoy. Algunos serían nazis y otros no. Que digo yo.
CLIENTA. Ah sí, pero entonces aquí no pasó nada.
GUÍA. Personas, supongo. Algún hurto, frío en invierno y esas cosas. Como le decía antes, durante la Segunda Guerra Mundial cayeron muchas bombas. No en vano destrozaron el casco histórico de Núremberg que hoy está reconstruido.
CLIENTA. Claro. Oye qué bien lo explicas todo.
La cantinela final de la clienta hace que el guía se serene, pues parece ser que durante la última explicación, que ha repetido con datos precisos y fotos varias veces desde hace cinco horas en Múnich, se le ha notado un tanto ácido.
CLIENTA. Por cierto, ¿qué significa exactamente eso que dices de que aquí son mayormente protestantes? ¿qué protestan? ¿qué religión es esa?
GUÍA. Como le decía (en una parada anterior, mientras la clienta asentía con la cabeza) aquí desde la Reforma Protestante existe una tradición religiosa mayoritariamente protestante. Es decir, que son cristianos pero no católicos. Para más señas, luteranos, nombre que viene de Martín Lutero como impulsor de la Reforma.
CLIENTA. Ah sí. Pero entonces esta iglesia que estamos viendo es católica o no. Está llena de cristos y de santos y dices que la construyeron antes de la Reforma Protestante, ¿verdad?
GUÍA. A ver señora, por partes. La iglesia era católica en el siglo XIII pero hoy en día es protestante. Porque esta gente que viene los domingos y cantan y rezan y esas cosas, resulta que ya no es católica. Creen en Dios pero no les gusta el Papa de Roma.
El guía suda por dentro, ahora ha estado a punto de cometer una atrocidad y decirle a la clienta en todo su cardado: “Señora, el Papa se la trae al pairo”. Hubiera sido catastrófico pero finalmente ha salido indemne ante la tentación. Sigue la conversación:
CLIENTA. Cierto. ¿Entonces en Múnich las iglesias son católicas o protestantes?
GUÍA. Católicas.
CLIENTA. ¿Católicas como las nuestras o como estas?
GUÍA. Como las nuestras señora, no sufra.
CLIENTA. Ah, ya decía yo. ¿Entonces los alemanes creen en Dios?
GUÍA. Eso habría que preguntarlo puerta por puerta, pero yo le diría que sí. Y en Múnich y Baviera, bastante.
CLIENTA. Menos mal.
GUÍA. Pues eso, quédese tranquila.
Se acerca el final del tour. El guía no se lo cree, está a punto de llegar a meta, de retomar su vida, de ser una persona libre. Exclama en su interior: “Por un puñado de habichuelas!”. Estamos llegando en tren a Múnich desde Núremberg.
Hemos llegado, momento de la despedida a las puertas del ferrocarril. Lágrimas… de alegría.
CLIENTA. Oye tú, la verdad es que me ha quedado todo muy claro. Excelentes explicaciones de principio a fin.
GUÍA. Me alegra que le haya quedado todo tan claro. Ya lo he visto, que le interesa el tema.
CLIENTA. Por cierto, se me olvidó preguntarte.
GUÍA (tembloroso). Dígame.
CLIENTA. ¿Y tú, además de esto, trabajas? ¿De qué trabajas tú?
GUÍA (curiosamente sonriente). La verdad sea dicha señora, ahí me ha pillado. Yo trabajar, lo que se dice trabajar, no trabajo.
CLIENTA. Mira! Esa suerte que tienes cariño. Pues nada, a seguir así de bien. Bien querido, un abrazo y hasta la vista.
GUÍA. Eso mismo señora, de nada, el gusto es mío, un placer, que pasen buena noche, les siente bien la cena… y, me voy que tengo la bici aquí al lado, hasta nunca!
QUE BUENO LUCIA, COMO TE ENTIENDO,