Kuala Lumpur (1): lugares
Imagino que la mala prensa que le precedía debe haber influido de alguna forma, paradójicamente para bien, el caso es que tras nuestro breve paso de cuatro días por Kuala Lumpur, KL o kei el para los amigos, las impresiones no han sido malas. Miles de coches por todas las partes calentando asfalto, vale; avenidas de cinco y seis carriles impenetrables al peatón, cierto; calor insoportable y ajetreo de mil demonios… y también una ciudad joven, abierta y bastante más vibrante de lo preconcebido. Para postre, con una más que decente red de transporte público, papeleras en cada esquina, parques y arboledas, llamativa arquitectura colonial (aunque algo escasa) y un buen surtido de edificios contemporáneos interesantes. Paraíso para las compras, eso ya se sabía, y lugar nada desdeñable para los gourmets y los noctámbulos. Precios para todos los públicos. Sin ser fanáticos de la comida ni el estilo de vida asiáticos, tampoco adictos a la tecnología o las compras, salimos de KL bastante satisfechos. Estos son algunos lugares tal y como los he percibido estos días:
Las Torres. Mientras no venga un arquitecto estrella, y caigan más petrodólares encima de la mesa, las Torres Petronas son el edificio. Directamente las Torres. Más allá de la propaganda local de si se trata de las gemelas más altas del mundo, hay que reconocer que exhiben músculo desde la otra punta mismo de KL. Hacen silueta urbana, sobresalen… y son preciosas. De lejos y de cerca. De día y de noche. Ahí están, con su puente suspendido en el aire y su enorme centro comercial en la base. Quizás la mejor forma de contemplarlas desde las alturas sea alojarse en un hotel cinco estrellas de los alrededores o, más barato, subiendo a la Menara KL.
Barrio colonial. Patear las calles de Kuala Lumpur te deja claro en todo momento que estás ante una ciudad prácticamente neonata con menos de dos siglos de historia, que ha ido de menos, casi nada, a más en muy poco tiempo. Un rebentón que ha dejado por el camino un reguero de modernidad y rascacielos. Que no se les acabe la fiesta. Dicho eso, hay que reconocer que ofrece a modo de regalo una docena de edificios, algunos de ellos históricos, sorprendentemente magnéticos. La infrautilizada estación de trenes, la mezquita nacional, las antiguas dependencias de gobierno y la gigantesca plaza de la Merdeka en general, con su viejo campo de criquet, así como el antiguo mercado son producto todos de la fusión entre la arquitectura colonial del siglo XIX, versión Imperio Británico, y la cultura islámica malaya, a medio camino de la China e India. Sencillamente Malasia. Mi lugar preferido en el barrio colonial (el nombre me parece algo exagerado; son ejemplos sueltos de un pasado colonial desperdigados por una caótica trama urbana) es el edificio del antiguo mercado central, tan simple y tan llamativo, con su contorno, sus cenefas, sus ornamentos y ese color azul pastel de la fachada que pide a gritos ser fotografiado bajo el sol abrasador. Lo peor, el contenido actual del lugar: mercado ñoño de artesanía totalmente impostado.
Jalan Alor. Sin los mercados nocturnos ni nada que se le asemeje (mucho) a Khao San Road, lo más parecido a un paraíso vespertino para mochileros que ofrece KL es Jalan Alor. Nada de falsificaciones, chamera o música tecno, las luces de neón y los acomodadores de Jalan Alor se dedican a vender brochetas de gamba a la parrilla, jugo de caña de azúcar, arroz con pollo, fideos y otras delicias de la gastronomía china o malaya. Las críticas especializadas hablan maravillas del lugar, pero tres semanas chupando recetas picantes y comiendo en la calle en vajilla de plástico, sumado al aspecto marginal del lugar hacen que no me encuentre en condiciones de recomendarlo a futuros viajeros. Bueno sí, a los amantes de la fotografía, a los curiosos y a los gastrónomos más bizarros.
Centros comerciales. La palabra shopping mall es a Kuala Lumpur lo que los bares de tapas a Madrid o las ruinas milenarias a Roma, algo casi sagrado, lo más de lo más. Eso viene en todos los catálogos de publicidad y en las guías de viaje, afortunadamente a modo de advertencia para aquellos que no adoramos precisamente el turismo de compras. A pesar de todo, mucho ojo, los centros comerciales de tropocientas plantas ofreciendo de todo (desde imitaciones a precio de saldo en los desangelados pisos altos de los más antiguos, a moda alternativa, electrónica o lujo), con sus tentadoras ofertas y descuentos, son altamente adictivos para el más pintado. Droga pura, veneno para la tarjeta de crédito.
Las guías hablan del chinatown, museos, las cuevas de Batu, refugio hindú, y muchos otros lugares, pero a mi modo de ver una excelente manera para cerrar el círculo de KL sería una piscina estilo infinity ubicada sobre la azotea de un hotel o edificio de apartamentos en el centro de la ciudad. Las hay a montones y el viajero las puede disfrutar a precios razonables. Sería un buen escenario para cerrar cuatro días en la capital malasia, teniendo en cuenta que el nichtclubbing no se encuentra entre nuestras aficiones. La cruda realidad cae a plomo sobre mis pies, así es que me conformo con preparar el cierre de este cuaderno de viajes en el mismo aeropuerto.