La magia de San Valentín

Sí, me estoy ablandando…
Feliz día de San Valentín. Sí, hoy, 14 de febrero, día de los enamorados. Si no os lo ha dicho la Coca Cola, vuestro muro de facebook, el grupo whatsapp de las tetorras o vuestra florista de cabecera, os lo digo yo. Y ahora, cuando la mitad de los presentes estáis horrorizados y la otra mitad bostezando, ahora es cuando yo os digo: pobres de vosotros, que vivís en el engaño, en la ignorancia, en la desgracia. San Valentín es felicidad, San Valentín es magia. Y además, os lo voy a contar, para daros envidia. Siete de la mañana, martes, suena el despertador como cada día, me levanto zombi y tiro pa’l sofá. Desperece progresivo. Entonces oigo desde la cocina un contundente ”¡Feliz Día de San Valentín, mi amor!”. Oh-mein-gott. Gente, un martes. De febrero. Cualquiera. ”Feliz” y ”mi amor” juntas en una sola frase. A las siete de la mañana. Esto pinta muy, muy bien, gracias santo Valentín. Y aparece ella, cual Pocahontas, cruzando la puerta del comedor, con su pijama, su melena al aire, arrastrando pantuflas por el parqué… Qué digo yo de Pocahontas en pantuflas por el parqué, ¡ha entrado en el escenario Cenicienta patinando sobre hielo! Shh, shh... Es o no es magia. Y escuchas: ”Ven que te voy a dar un beso, mi amor”. Otra vez. Esto no puede ser cierto. Se acerca, preciosa, se abalanza sobre ti, y cierras los ojos para disfrutar del momento. Una eternidad…y es cuando ves pasar ante ti a Meg Ryan y a Hugh Grant en una de bodas a lo loco, y a Jennifer Lawrence enseñando a bailar a Bradley Cooper, y suena una canción melosa de Coldplay de fondo, sientes cosquillas, pero… mierda, no termina de pasar nada. Te quedas esperando el clímax, el momento del beso con esclafit. ”Muac”, escucho por fin. Pero sigo sin sentir nada. Vaya. Una de dos, o he perdido la sensibilidad, o estoy en un sueño. Solo hay una manera de comprobarlo (bueno, una y pellizcarme, pero pellizcarme duele y no me apetece): abro los ojos, y entonces compruebo atónito que el beso contundente, el ”mi amor”, el ”feliz”, nada era lo que parecía. Se lo ha llevado todo, besazo incluido, la gorda de diez kilos que llevo en brazos desde que me he levantado. Esa tal Aitana, que come, caga y duerme a mi costa, y que ahora además se ha apropiado del amor de mi vida. Pues eso, la magia de San Valentín, incautos.