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Saigón. Regateando

Llevamos algo más de dos semanas en el sudeste asiático y parece que vamos aprendiendo a comprar. Eso es al menos lo que nos parece a nosotros, aunque estoy convencido de que si mi vendedor de esta tarde leyese estas líneas se partiría el culo de la risa. Es lo que tiene comerciar en los mercadillos en Vietnam, el regateo. O lo que es lo mismo, una forma de compra-venta a la que los blanquitos no terminamos de acostumbrarnos y según la cual el que vende nunca pierde y el que compra, con suerte, se lleva una chanca y una montaña de satisfacción por el precio pagado. Así estoy yo esta noche, con la autoestima por las nubes, después de conseguir tres gorras de calidad lamentable por el fabuloso precio de 3 euros. ¿Y para qué quiero yo tres gorras del mismo modelo, si sólo tengo una cabeza y además no me la suelo cubrir? Pues eso digo yo ahora, a toro pasado. Cosas de regateo. Más satisfecha todavía salió Mariola de lo suyo, hace tan solo unos días, después de mercarse una pedazo de mochila de The Nord Face por nueve euros. Tirando por lo bajo, son unos 70 euros menos que si la hubiese comprado en Múnich. Y encima parece que le ha salido buena. ¿Y la conciencia? Esa más bien debería de ser una pregunta para los señores de las multinacionales, ellos sabrán en que condiciones mandan a fabricar sus mochilas. Por cierto, lo hacen en Vietnam -con razón éste es el paraíso de las bolsas y ropa de montaña truchas-. Desdramatizando, que estamos de vacaciones, esta misma tarde hemos comprado además algunas otras cosas en el mercado de falsificaciones, por ponerle un apelativo cariñoso al mercado de Ben Thanh , de Saigón. Lo más curioso, un par de chanclas para la nena cuyo precio de salida era cuatro veces superior a lo que hemos terminado pagando. Menos mal. En todo caso, pagar un 25% del PVP fijado en una etiqueta nos hubiera parecido increíble hace tan solo unos días, recién aterrizados y con nuestras antagónicas mentalidades alemanas imperantes. Ahora mismo ya estamos casi acostumbrados a negociar el precio de casi todas las cosas y servicios que contratamos. Puede parecer agotador y surrealista, si bien es sumamente útil para la supervivencia aquí y, por si fuera poco, dispara la autoestima. Sino, miradnos, estamos empezando a sobrecargarnos de cosas que no nos hacen ni puñetera falta y en cambio no hago más que felicitarme por ello.

Nota para el viajero
* Una vez más os remito a Vietnamitas en Madrid, fantástica su guía de compras por Saigón