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Mentirijillas (o la verdad sobre esas inscripciones en tiza tan comunes en Baviera)
Me pongo colorado, solamente de pensar en ello. Hace un par de meses, quizá tres, una turista que llevaba en uno de mis grupos me preguntó por el significado concreto de unas anotaciones en tiza que se repetían en numerosas puertas del centro de Múnich. Confieso, no tenía ni puñetera idea sobre aquello, pero recordé al instante el dudoso –ahora lo veo así- consejo que me dio una vez un compañero más experimentado: “Nunca digas no lo sé”. De esto, de qué contestar cuando te preguntan algo que no sabes, ya pienso otro lunes por donde salir; ahora me voy directo a la pregunta concreta de aquel día y a mi respuesta. “Lo tengo que confirmar, pero un guía muniqués me explicó que se trata de inscripciones que realizan técnicos de los servicios públicos de la ciudad, al revisar las fincas”. O esto o algo por el estilo contesté. No tengo por costumbre mentir a los viajeros que acompaño, de hecho no sé si lo he vuelto a hacer, aunque ese día cayó una y gorda, pues lo que en realidad debería haberle contestado a la chavala era: “Mira, lo siento, pero me coges en bolas”. Ha llovido a mares desde aquella mañana pero hoy me he tropezado por casualidad con otro de esos misteriosos letreros, en una excursión con Mariola a Freising. Ha sido a la puerta de varias iglesias y casas antiguas del centro histórico. Supongo que con el mogollón del verano entonces no presté la debida atención al tema de las pintadas, pero este domingo no me he podido resistir y me he puesto a investigar como mandan los cánones: Wikipedia en pantalla. Tratándose de la Baviera católica no es extraña la verdad del asunto del revisor del fincas (y me vuelvo sonrojar), si bien una vez conocida reconozco que no ha sido el final esperado –yo lo hubiera apostado todo a los técnicos del Ayuntamiento dejando marcas-. A lo mejor en mi pueblo estos epígrafes podrían ser cosa de un quinqui en función de si el edificio señalado estuviese listo para robo o no, pero aquí esas historias y a estas alturas, no suceden. Según la Wikipedia, que tiene nombre de chiste pero es una enciclopedia de lo más cojonuda –no hagáis caso de los que reniegan de ella como fuente, se la repasan en la intimidad-, estos graffiti en tiza vienen a colación de la celebración cristiana de la Epifanía, en la noche del 5 de enero. Según parece –ahora me queda la confirmación carnal vía preguntarle a una monja-, los niños de Baviera, imagino que los más beatos, salen a la calle esa tarde cantando villancicos acompañados de sus seres queridos. En algunos casos además recogen caramelos, regalos o ropa usada para las personas desfavorecidas –los pobres de toda la vida-, en lo que es una de tantas campañas puerta a puerta. Estos cantores de villancicos que emulan a los tres magos, conocidos los primeros como Sternsinger, terminan de echar la tarde cometiendo una bendita fechoría. Bendita fechoría porque sus pintadas, que van en tiza, son en realidad apuntes de religión. La inscripción en las puertas es siempre la misma, o casi, con algunas variaciones según el pueblo y el año. El mensaje suele ser 20 + C + M + B + 12 (ó, 13, 14…) y en realidad hace referencia al año de la marca (por ejemplo, 2012) y las iniciales de Christus Mansionem Benedicat (Dios Bendiga esta Casa). Casualidad o no, estas tres iniciales coinciden con las de los tres magos en latín: Caspar, Melchior et Baltassar. Una vez bendecida la vivienda en al día de la Epifanía, se deja la pintada en la fachada durante tiempo indefinido para que se consuma con el paso del tiempo, la lluvia, etc. Visto lo visto, queda resuelto el enigma de las pintadas con un desenlace a la altura de esta tierra tan cristiana. En lo que a mi respecta, solo cabe esperar que por una casualidad de la vida mi viajera termine leyendo este artículo, conozca la verdad y acepte mis disculpas. Como diría Juan Carlos, “no lo volveré a hacer” (lo de colarle mentirijillas al personal).
Más información:
Conocida la historia, veo que corren por la red unos pocos posts cristianos sobre el tema. Al menos uno en español: Una antigua costumbre para la Epifanía