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La carretera alpina del Grossglockner
En 1856, con 26 años, el emperador austriaco Francisco José tuvo el antojo de conocer en persona el glaciar de Pasterze, entonces y hoy el más grande de su país, a los pies del Grossglockner, a su vez la montaña más alta de Austria con sus 3.798 metros de altitud sobre el nivel del mar. A nosotros, se nos ocurrió la misma idea, el fin de semana pasado. Llegamos algo tarde, lo sé. Pero hay cosas que no dependen de uno mismo. Es lo que hay.
Además, arribamos al final del verano, y no de un verano cualquiera, del más caluroso que se recuerda, aquí y allí. Hoy, a 31 de agosto, ya son 29 las mañanas de este verano en que la estación meteorológica del aeropuerto de Salzburgo, referencia en la zona, ha superado los 30 grados centígrados. Salz-bur-go, que no Busot. Tela.
Así las cosas, avistar el lugar –en concreto, desde la plataforma situada a 2369 m– fue una cosa maravillosa, aunque no pude evitar sentir envidia, al pensar en el paisaje, seguro que más glacial y refrescante, que debió contemplar Francisco José en aquel septiembre del 56.
Más de diez metros de largo, dicen, decrece cada año el Pasterze, que a día de hoy tiene una longitud aproximada de ocho kilómetros. Habrá que volver, quizás en un par de veranos o tres. Antes de que sea demasiado tarde.
Francisco José, por cierto, subió a pie desde el vecino pueblo de Heiligenblut, unos pocos kilómetros más a bajo, cosido al valle, ya en la región de Carintia. Hace muchos años que lo de subir caminando ya no es una obligación, sino una cuestión de placer. Nosotros, dado nuestro estado actual y pese a lo que siempre nos ha pedido el cuerpo, nos tuvimos que conformar en esta ocasión con llevar a cabo una aproximación motorizada. Valió la pena.
No solo disfrutamos en primer plano del Grossglockner y del glaciar, la zona actualmente conocida como Kaiser-Franz-Josefs-Höhe, sino de los 47,8 kilómetros que la carretera alpina del Grossglockner (oficialmente, Grossglockner Hochalpenstrasse) ofrece en total.
Aunque parece ser que el paso de montaña actual, a 2500 metros, ya era transitado desde antes del año de la picor, fue hacia 1920, ya en los días de los primeros vehículos a motor, cuando se proyectó una ambiciosa carretera para cruzar de un lado a otro. Se inauguró en 1935 y hoy seguramente sea una de las vías alpinas más populares.
La carretera, cuyo peaje cuesta 35 euros para los coches y 25 para las motos, arranca por el norte en el pueblecito de Bruck, a tiro de piedra de Zell am See en la región de Salzburger Land, y desemboca en el mencionado Heiligenblut, en el estado de Carintia, en un estrecho valle camino del Tirol del Este.
Se dice que más de un cuarto de millón de vehículos a motor transitan cada primavera y verano por el lugar –abre de principios de mayo a finales de octubre–. No sé si son los que más a gusto la suben, pero unos que saborean cada curva, hasta alcanzar el paso de la Hochtor a 2500 metros, son los de las motos. También los de los descapotables, muchos de ellos bronceados de nacimiento; otros, meros aficionados al motor clásico y el juego de tuercas. Qué coches tan bonitos todos… Un gran respeto, por otro lado, me merecen los ciclistas que suben y bajan, que también son muchos. Y mucha pereza, me dan, los del autobús y el señor que, cuando bajan del auto, se pone al frente con la banderita y los pone a todos en fila micrófono en mano.
Nosotros, esta vez, fuimos de los del montón: cómodos en la furgo contemplando el paisaje de locura. Hasta 30 tresmiles se divisan desde el mirador situado en el Edelweiss-Spitze.
Para cuando nos dimos cuenta, y sin parar en ninguno de los centros de interpretación y naturaleza que salpican el recorrido –todos de entrada libre–, nos habíamos comido medio día, entre foto y foto. Así que decidimos bajarnos para casa, justo cuando el sol más picaba y el tráfico empezaba a convertirse en un problema.
Una vez abajo, llenamos la barriga y dedicamos la tarde a dar un pequeño paseo por el valle contiguo, el de Rauris. Para entonces el rugido de los motores había desaparecido por completo, dejando paso a los gruñidos de unas cuantas vacas sueltas y el omnipresente chasquido de las aguas en su caída desde las cimas hasta las profundidades de los valles. Todo sin salir del parque nacional del Hohe Tauern. En Rauris, sí, tal y como lo dejó en su día Francisco José.
*Nota para el viajero
Todos los detalles de horarios y precios sobre la carretera alpina están en su web oficial: www.grossglockner.at