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Diario de mercadillos de Navidad (I): refunfuñando
El año pasado por estas fechas tuvimos domingo de mercadillos de Navidad en Salzburgo, este domingo ha tocado Núremberg. No sé si será la tierra de por medio o el bocadillo del desayuno, que no me ha sentado bien, pero si el otro invierno acabé mas contento que unas pascuas hoy vuelvo de la excursión empachado, por decir algo bonito. Supongo que algo habrá tenido que ver el tiempo, con máximas de dos grados negativos, aunque a decir verdad eso se lleva bien en una excursión corta si además a lo que se va es a ver puestecillos de decoración navideña. Al fin y al cabo, ¿qué culpa tiene Núremberg de si nieva o caen chuzas de punta? Más suyo es llegar y encontrarte los jardines del castillo cerrados para todo el invierno o que tengas que patear –en domingo sí; en Baviera cierto, pero en plena temporada altísima– una ciudad fantasma ocupada por vendedores ambulantes y turistas. Vamos, que no abren una tienda más allá del horario comercial predeterminado ni los maten. Oye, que no oso criticarlo, ya quisiera el pequeño comerciante ibérico semejante disciplina para su pueblo. En honor a la verdad, lo que me ha dolido de verdad ha sido el viaje de regreso, y aquí sí que subrayo un aviso para navegantes: resulta que los trenes rápidos entre Núremberg y Múnich salen cada dos horas –que nadie se asuste, hablo de los regionales que van al grano y acortan el trayecto de 180 minutos a algo menos de dos horas-. Y eso, tratándose de Alemania, supone que o te plantas en el andén 30 minutos antes de la llegada del tren –y con los brazos en alerón por si toca dar algún codazo- o al subir al vagón encuentra sitio Clavijo. Nosotros, que distamos una eternidad de ser arios, hemos llegado diez minutitos antes de la hora de salida y por esa razón ahora me duelen las rodillas que no veas después de dos horas de viaje en ferrocarril de plantadillo.
Y con todo esto a mis espaldas, media gripe incluida, cómo me voy a poner a escribir ahora de los mercadillos navideños de Núremberg. No saldría nada bueno, pobres personas. Porque bonitos son un rato, ahí con sus puestecillos recogidos en la plaza del mercado y compañía. Y con su entorno de postal: los edificios de piedra rosada del centro histórico, los cantores callejeros –Mariola tiene razón, los ayuntamientos deberían de pagar a los músicos por tocar estos días en la calle-, la nieve, las lucecillas… No se puede decir que no es una buena cosa.
El problema lo tengo yo, que ya sabéis que vengo que me repite todo y rápidamente me vienen al teclado las malas verdades. Por ejemplo, lo de que todos los puestos de los mercados navideños –casi diría de Alemania- parecen vender lo mismo. O lo de que los compradores en festivo son todos turistas o que, mirando los precios, a ratos no sabes si estás en un mercado ambulante o te han dejado caer en una subasta de arte. Por no hablar de que cuando estás a punto de morir congelado te animas y te agarras a un vaso de vino caliente como a un clavo ardiente. Entonces, para enorme decepción, descubres que has pagado casi cuatro euros por un vasillo de cosechero al que le han echado un montón de azúcar. Y cuando, para matar el gusto a canela recalentada te abocas al primer chiringuito de salchichas con el que te cruzas, entonces recibes la estocada mortal. Con suerte, pagas otros tres o cuatro euros por un montadito de nuremburguesas que te comes, literalmente, en tres bocados.
Pues eso, que visto lo visto mejor dejo lo de los mercadillos para otro día.
Más información (por si os corre prisa) y menos cojonera:
En el Quadern: Núremberg bien vale un paseo (o más de uno)
Comunidad en facebook de Españoles en Núremberg
En inglés también existe una versión de la web municipal de Turismo: http://www.nuernberg.de