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Una noche en el tren

Mi madre siempre me ha recordado aquello de que quien da lo que tiene no está obligado a más. Por eso acato sin torcer el gesto haber pasado las últimas horas de este viaje, la noche en la que celebro mi aniversario, en un compartimento minúsculo y mugriento de un tren vietnamita. Un ferrocarril antiguo que penetra los arrozales encharcados desde el norte en dirección a Saigón. Nuestra parada, la próxima, es la antigua ciudad imperial de Hué. Allí, en la zona desmilitarizada durante la Guerra de Vietnam, la frontera entre el sur controlado por los americanos y el norte comunista, pasaremos los próximos días. Volvamos al tren. Son las siete de la mañana y recién nos despertamos, después de nueve horas de mal dormir estirados sobre la cama imposible de un cuarto de segunda clase, los denominados Hard sleeper. No encontramos pasajes para los algo mejor Soft sleeper, lo que nos hubiese garantizado cierta tranquilidad. De hecho, al llegar anoche a nuestros asientos cama, en la parte baja del departamento, descubrimos que habían sido ya ocupados por una familia de vietnamitas, muy simpáticos, aunque cargados con mil fardos y bolsas de comida. Ahora mismo vengo de hacerles la visita y allí estaban ellos sonrientes y agradecidos, comiendo pipas y cacahuetes entre sopa de pollo y sopa de pollo. Cierto, vengo de hacerles la visita. Aunque me hubiera encantado mezclarme con la gente local durante toda la noche, el descanso y un mínimo de higiene son sagrados a día de hoy, por lo que finalmente aceptamos encantados el ofrecimiento de nuestros vecinos, una pareja de ingleses que viajaban sin compañía y que nos han invitado a ocupar dos literas libres en su habitación. Fue un sí sin dudas, por lo que el viaje ha sido finalmente más liviano de lo previsto. Eso sí, a pesar de haber disfrutado de una experiencia auténtica, no deja de ser un acto de masoquismo pagar más de 25 euros por persona por una litera en este ferrocarril. En el dragón inquieto que es hoy Vietnam, completar el mismo recorrido en avión nos hubiese salido por el mismo precio, o incluso menos. Esto último, la posibilidad de volar entre Hanói y el centro del país por 20 euros, lo descubrimos con los pasajes ya comprados. Es por eso que os cuento la historia, sin torcer el gesto (demasiado).

Nota para el viajero
*En nuestro caso compramos los tickets en la misma estación de trenes un par de días antes. Ya no había plazas disponibles para el tren nocturno en camas con colchón, las Soft sleepers. En los otros compartimentos, los nuestros, hay seis literas. Algunos vagones son relativamente nuevos, pero otros, como el que nos tocó a nosotros, son bastante antiguos. La higiene no es especial, si bien se puede soportar. Como comentaba, es pagar por la experiencia de viajar en tren en Vietnam. Compañías aéreas de low cost como Jetstar ofrecen trayectos internos a precios incluso más bajos.