Diario de mudanza (II): de Ikea, alemanes y dineros

Para el común de los mortales en Múnich, encontrar un piso implica necesariamente ganarse el favor del antiguo inquilino del inmueble, ese que lo enseña pero que no decide sobre su destino. Es como la secretaria del gran jefe: parece que no pinta nada, pero si no le caes bien estás completamente perdido. En nuestro caso, tropezamos con una parejita de alemanes que dejaba la ciudad y su pisito muy a su pesar. En el ritual de cortejo, como de costumbre, se necesita dar un sí rotundo a éstos cuando te preguntan si estarías dispuesto a quedarte parte de sus muebles a un buen precio. ¿Qué menos? Por descontado, nosotros no dudamos ni un segundo, cómo para cometer errores de bulto a estas alturas de partido. Pero como a los germanos les das la mano y se agarran al hombro, nos ofrecieron un segundo paquete de muebles, todos de Ikea. Con el contrato ya firmado tras otros avatares que ahora no vienen al caso, pasamos a examinar la segunda oferta de los chicos. No sabría decir si el resultado fue sorprendente, cómico o directamente acojonante, y no por los cojones, sino por la jeta de la secretaria del gran jefe. ¿Por qué? Más que nada porque nos intentaron vender su paquete de muebles usados de Ikea a precio de muebles nuevos de Ikea. Perdón, nos querían vender su paquete de muebles usados de Ikea a un precio superior al actual en el catálogo para los mismos muebles nuevos de Ikea. Es que los compraron el año pasado a un precio superior al actual y no querían perder dinero. Es lo que yo he llamado, por decir algo bonito, revalorización del mercado de muebles baratos de segunda mano, o sea, un fenómeno totalmente novedoso que únicamente se puede encontrar en lugares como este. Así se las gastan. En fin, cojones a un lado –llegaron tarde con su segunda oferta, con el contrato ya resuelto a nuestro favor con el propietario-, una mudanza siempre tiene narices, aquí y en Quatretondeta, y si la palabra Ikea aparece de por medio, como es el caso, la cosa puede ser aún más enrevesada. Sé que hoy es jueves porque me lo chiva el insoportable de mi ordenador, fresco tras su primer respiro en mucho tiempo, pero en realidad para mi este día de sol es el primer día tras el montaje del andrajoso sofá Söderhamn, el segundo después del ensamblaje de la pesada mesa Norden y las sillas Sigurd y Vigot, la tercera jornada tras la facilona cama Malm y el juego de cama Gosa Pinje… Así, casi hasta el infinito. Tanto, que este jueves va camino de convertirse en el día del segundo viaje a Ikea en una semana a cambiar parte del andrajoso Söderhamn tras darnos el cambiazo el operario del almacén en uno de los paquetes. Amén. Perdón, Ikea.

De regalo, uno de mis anuncios de TV favoritos: Mit Geld spielt man nicht (Con el dinero no se juega). Me viene al pelo y tenía unas ganas de meterlo por aquí, locas.

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