Llenar la cesta en Alemania no es fácil
Corre el tiempo y hay cosas a las que sigo sin acostumbrar el cuerpo, por mucho que ya lleve un año apalancado en Múnich. Es incomprensible, me veo cascando rabias, pero algunas de estas cosicas que más me crispan últimamente no son precisamente trascendentales. Por ejemplo, me jode que no veas salir con mi cesta tan devanit a hacer la compra al supermercado y acabar peregrinando por todos los habidos y por haber en el barrio, única manera de llenarla.
Que digo yo que si un empresario valenciano, que somos unos cutres, ha encontrado la fórmula para meter todo lo que te hace falta en un mismo supermercado, ¿cómo es que los alemanes, que son más listos que los listos y nos sacan dos cabezas en casi todo, todavía la están buscando?
Porqué, al menos aquí, no la han encontrado ni de largo. Ni un triste híper en toda la ciudad –lo más parecido es el Kaufland; ay, bendito Kaufland, cuanto que te hecho de menos ahora que estamos a tomar por el saco y un poco más!-. Ni un solo tenjelman ni un Edeka ni leches en el que poder llenar un carro, gastarte 50 euros como Dios manda y olvidarte de rollos en una semana.
Aquí, llegas al súper –por decir algo-, rebuscas en las estanterías, compras cuatro cosas, pagas, y te vas al siguiente. Así, dos o tres veces antes de volverte a casa, lo que puede incluir incluso una visita al bio de rigor o al ortera, que por cierto no es vendedor con un polo rosa de lacost, es un supermercado de bebidas.
Claro, que luego pongo la tele en internet y me veo al empresario valenciano, el del supermercado bueno, sacando músculo y regalando perlas a los españolitos del tipo “tenemos que trabajar como chinos para seguir viviendo como españoles” -no me jodas Juan!-.
Pues eso, que visto lo visto no tengo ni puta idea de qué es mejor, comprarlo todo en Mercadona o hacer un vía crucis por los supermercados del barrio.
(Això sí, mama, el safrà per a la paella i la gasosa de paperet, segueix enviant-les, que d’això no en tenen en les botiguetes.)