La celebración (en Múnich del cuarto mundial de fútbol para Alemania)
Viendo la reciente paliza histórica a Brasil, y a Messi arrastrando las patitas por el campo desde hace meses, la victoria de Alemania parecía cantada. Costó lo suyo, pero al final la cantaron. Ciento doce minutos tuvieron que esperar, en concreto, para poder descerrajar a los argentinos. Götze, gran jugador y mejor niñato, tuvo su iniestazo. Y Alemania su cuarto título del mundo de fútbol. Fútbol, bonito palabro intercontinental. Al Weltmeister quería yo llegar. No todos los días se está en Múnich viendo ganar la Copa de Mundo a Alemania. Tal cual: pitido final y a la calle. Richtung Marienplatz. Sospecho que nosotros salimos precipitados, medio empujados por la llegada de la medianoche, un poco porque hoy se trabajaba y otro tanto porque esperar a la recogida de la copa y el abrazo a los jugadores de mutti Merkel nos la sudaba. Al llegar a la plaza, un panorama muy muniqués. Doscientos tipos aparentemente muy contentos más tiesos que la mojama, aunque debidamente uniformados; un montón de banderas; a tope de birras, y cuatro exaltados manejando el cotarro del aburrimiento supino. Eso sí, quince furgones de policía y madera, mucha madera. Hasta uno de los maderos filmando en directo las alegrías de los radicales. Estaba claro que ese no era el lugar de la celebración. Siguiendo a la marabunta, nos dejamos empujar hacia Odeonsplatz y la Ludwigstrasse. Cinco minutos más allá alcanzamos por fin el punto de encuentro. Ahora sí. Lo supimos por el incremento de dos coma cinco puntos en la intensidad del ruido y por el gentío. Y pare usted de contar. Allí no estaba Reina llamando al camarero a por una de mero, ni tampoco la brasileña del Cafe Munich que baila a piñón fijo hasta que la desconectan, ni el brasas argentino, ni una maldita carroza, ni otro disfrazado de Merkel, ni, ni, ni… Dejad de imaginar espectáculos, es inútil. Festival de la sosería que no lo anima ni un campeonato del mundo ni leches. Bueno, unas ostias igual si lo hubiesen animado, pero para eso hacen falta muchas helles y en domingo por la noche, ni esas. Volviendo a la realidad. Lo que vimos caminando entre la Odeonsplatz y el Siegestor fue simplemente a la muchedumbre. Un carril teutónico que subía para arriba a grito pelao. Deutschland! Por eso les reconocía uno la alegría. Bueno, por eso, por el olor a cerveza, las banderas y las camisetas, bla, bla, bla. Nada de bailar. Nada de descojonarse. Nada de grandes alardes de alegría. Que esto no es Mamaluf, señores. Otro rato entre el gentío y por fin nos tropezamos con un malo, malo, malote. El que colgó la bandera gigante del semáforo. Ante el Arco del Triunfo. Tuvo que intervenir la Polizei, siempre al acecho, que se nos va de las manos. Al rato otro tiró una bomba de humo. Aquí otro más, el ingenioso, que se ha fabricado una réplica gigante de la Copa del Mundo. Es que son la monda. Y el de la vuvuzela, con menos ritmo que Ximo Bayo pasado de farlopa. La fiesta se animaba, en todo caso. Una pavita, atrevida ella, se subió al fin a lomos de su noviete y agitó su banderita. Todo en diminutivo, como su voz de pito, imprescindible para una jovenzuela muniquesa recatada. Pero que contentos estamos hoy. Y somnolientos. Hora de ir a dormir, la noche avanzaba a raudales y las bocas de metros no paraban de escupir a celebradores. No había para menos. Más en condición de observadores internacionales, en una especie de lección aplicada de antropología, entramos entonces en fase de hartazgo. Modo retorno a casa on. De vuelta, pasada la una de la noche, la masa parecía acompañarnos calle de Luis abajo. Veredicto: aquello, lo de Múnich, fue más bien una especie de pasarela de camisetas de la mannschaft en la que los gritos estaban permitidos, incluso bien vistos. Y poco más. Pues eso, todos pa casa, nosotros y ellos, que mañana hay que trabajar. Pero que les quiten lo bailao, y cuatro años de orgullosos devoradores de sesos que no serán argentinos sino germanos. Porque mia san Weltmeister. Antes de acabar, un matiz: no os quede la menor duda, yo que me alegro. Lo que pasa es que pongo contento a la muniquesa, como muy comedido.
Celebración Mundial de Fútbol 2014 en Múnich from Jordi Orts on Vimeo.
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