“Hemos ampliado nuestra misión sin descuidar actividades anteriores”

Me avisan de importantes novedades en el Cervantes de Múnich: por un lado han recuperado la figura del director; por otro van a empezar a ofrecer cursos de alemán para hispanohablantes. Así es que no lo dudo, les pido una entrevista, me la dan y la vuelco en el Quadern:

Ferran, en las escaleras del Instituto

Ferran, en las escaleras del Instituto

Aunque desde dentro no se perciba exactamente así, algo se mueve en el Instituto Cervantes de Múnich. Tras unos meses de gestión teledirigida en tiempos de recortes, el centro recupera la figura del director a la par que intenta transitar por nuevas sendas, hasta ahora desconocidas para el organismo. Inaugurado en el año 1956 y auspiciado por la infanta Pilar de Baviera, el Cervantes muniqués, por entonces Instituto Español de Cultura de Múnich –hasta 1994–, atesora medio siglo de interacción con la sociedad bávara. “La misión era abrir la cultura española al pueblo alemán, despertar el interés por nuestra cultura allí donde no lo había”. El que habla es un viejo conocido de la casa, Ferran Ferrando (Albocásser , 1960), antiguo director de la entidad entre 2002 y 2007 que ha recuperado este puesto tras su paso por la sede de Estocolmo y un lustro como responsable de la Escuela de Lenguas de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Hijo de emigrantes españoles, Ferrando llegó a Alemania con cinco años y cursó sus estudios en las universidades de Göttingen y Montpellier, obteniendo el doctorado en Filología por la Universidad de Bremen. Jovial, accesible, casi diría desenfadado, nos sentamos a charlar un rato en su despacho, y empezamos por comentar el cambio de rumbo que, da la sensación, ha empezado a tomar el Cervantes de Múnich, por ejemplo en cuanto a su relación con la comunidad española aquí residente. “Es cierto que la programación ha estado dirigida principalmente al público alemán, pero los residentes españoles siempre han encontrado actividades atractivas en el centro, como visitas de escritores famosos o ciclos de cine”, comenta al respecto. A juicio de Ferrando, el Cervantes ha jugado un papel importante en la aproximación entre Alemania y España, el que tocaba, durante décadas. “La cultura es la primera puerta que se abre entre dos pueblos que quieren estrechar relaciones. Luego vienen los negocios”, explica. Regresando a la vinculación con las comunidades españolas e iberoamericanas presentes desde hace años en Múnich, pero no especialmente en el Cervantes, Ferran Ferrando ofrece su propia visión: “Siempre hemos colaborado y hemos dado difusión a sus actividades, pero para ser parte del tejido cultural de la ciudad hay que cooperar con instituciones como Muffathalle, Gasteig y el Museo del Cine, y hay que orientar la programación hacia la sensibilidad de una ciudadanía, que en Múnich es muy culta y abierta al mundo.” Hace referencia a la Amerika Haus, al Institut Français, pero también a entidades puramente germanas como la Literaturhaus, pues la programación del Cervantes pone especial énfasis en la literatura. El director recuerda como en los años 90, cuando ya formaba parte del centro como gestor cultural, se les llamó la atención desde el área municipal de Cultura, al percibir que no cobraran por la entrada a sus actividades. “Y empezamos a hacerlo, para convertirnos en un actor más de la escena local”. Los tiempos han cambiado: mientras la comunidad alemana prosigue con su acercamiento al universo hispano, lo cierto es que hordas de españoles vuelven a invadir la República Federal en un movimiento similar al que aconteciera en los años 60 del siglo pasado. En el caso de Múnich, el censo arroja cifras demoledoras: hace solo unos años apenas había 3.500, mientras que en la actualidad somos unos 7.300, los españoles empadronados según cifras oficiales de la Administración local (31/12/2013). Muchos de ellos son ingenieros, informáticos, investigadores u otros técnicos, menos emigrantes (a esta ciudad) están vinculados al mundo de las letras o la cultura, la inmensa mayoría son profesionales universitarios llegados en los últimos cinco años en busca de una oportunidad laboral que en España no existe. A estos precisamente se dirige la última propuesta del Instituto Cervantes, pues en un movimiento inédito van a empezar a impartir clases de alemán, sí de alemán, a partir de enero de 2015. Atrás quedan los discursos oficiales en los que se aseguraba que la entidad estaba aquí para acercar el español a los teutones, lo que ha mantenido a los españoles más o menos alejados de la casa. Ferran Ferrando no niega el nuevo rol, aunque le incomode la idea de que esto supone un cambio radical. Una “ampliación de nuestra misión sin descuidar nuestras actividades anteriores”, matiza. “La situación ha cambiado. Ha llegado una generación nueva de españoles y percibimos que han cambiado las necesidades”. Y agrega que no solamente pretenden reclamar la atención de los estudiantes de alemán, sino que también buscan el contacto con la comunidad de artistas hispanos aquí afincada, así como de otros grupos profesionales organizados y a tener en cuenta en Baviera como la comunidad científica. De momento han empezado por acoger este otoño el congreso de la CERFA, la Sociedad de Científicos Españoles en la República Federal Alemana, y han iniciado la cooperación con el organismo Kompetenzteam Kultur- und Kreativwirtschaft, que ayuda a jóvenes creadores a encontrar su espacio. Regresando a los cursos de alemán, Ferran Ferrando reconoce la preexistencia de una “amplia oferta” de formación en Múnich, si bien destaca que “no existe una oferta curricular global dirigida específicamente a la comunidad hispanohablante. “Lo que proponemos son cursos adaptados al ritmo y a las particularidades de los hispanohablantes al momento de aprender el alemán.”. Un paso adelante pues, en el Instituto Cervantes de Múnich, esa histórica institución que lleva una vida tratando de introducir las culturas hispánicas en el corazón de Baviera y que, por primera vez, parece haber descubierto que no basta con ser centro de excelencia en la enseñanza de nuestras lenguas, ni bastión cultural en tierras extranjeras, sino que existen otras posibilidades a explorar en el siglo XXI. Mucho más que el palacete de la rojigualda.

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