El bocado maestro

El otro día coincidí en Rothenburg ob der tauber con una de las tradiciones más curiosas de las que he oído hablar en la zona: la fiesta del Trago Maestro. Otro día prometo hablar del trago, pero el caso es que mientras rastreaba el campamento medieval con mi cámara, bajo la lluvia, tuve el efímero placer de tropezarme con esta señora. Mi objetivo es demasiado pequeño como para ocultarme, pero a la buena mujer le resbalaba todo aquello que acontecía a su alrededor, y no solo la lluvia. Me quedé contemplándola un buen rato, mientras ella cortaba unas costillas adobadas, quizás de cerdo, y practicaba serenamente el uno para ti, uno para mí. Un trozo para vuestra boquita y uno para la mía, digo. Al 50%. A los demás parecía no importarles lo más mínimo. También es verdad que, hambre, lo que se dice hambre, no se adivinaba entre aquella tribu de bávaros. Volviendo a la señora: la forma en que miraba aquel manjar me sedujo sobremanera, así como la delicadeza con que agarraba los pequeños trozos de carne. Me pareció sublime. Un bocado maestro.

El bocado maestro

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