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Madrid. Qué ‘movida’ de tour!
Resulta paradójico que este Madrid, que prohíbe el botellón, que persigue el jaleo en la calle y estrangula el ocio con leyes cada vez más restrictivas, que aplaude los recortes en derechos sociales, regresivo, promueva visitas guiadas oficiales para descifrar un movimiento de desenfreno salvaje como fue la Movida. Así es. Anoche (por viernes pasado), receloso de lo que pudiera encontrarme, di fe de ello al sumarme a uno de estos tours, que por cierto se venden a precio de saldo. No destriparé ahora la visita, flaco favor a Mónica, esa pedazo de guía responsable de sumergir al viajero en los ochenta entre crestas, plataformas imposibles, bares de copas con luces de neón, canciones tan ligeras como transgresoras, picos de heroína y sida. Tremenda contradicción, cierto, la del actual ayuntamiento, lo que no impide que subraye el enorme impacto, grata sorpresa, que en mi caso causó la visita guiada (igual por eso de que amparan pero no se enteran), bien organizada, mejor documentada y acertadamente rematada con el acceso a lugares de culto del rollo que todavía hoy perviven en Malasaña: desde el Penta a la Vía Láctea pasando por alguno más. Por cierto, que ruidosa era y es Madrid. Han pasado más de cinco años desde mi última escapada, tantos que lo había olvidado. De haberlo recordado, de hecho, no hubiese rechistado antes de arrancar el paseo cuando nuestra cicerone y a pesar de contar con un grupúsculo de apenas cinco personas nos repartió unos auriculares para poder seguirla con mayor nitidez. Se refería, luego comprobé, ante las constantes interferencias de ambulancias, la música callejera, los insistentes hombres anuncio, los gritos gratis y demás, música de bar incluida. En ese precioso y aún desgarrador ambiente, en el marco incomparable que es el barrio de Malasaña, el que todo lo absorbe, deambulamos durante dos horas a última hora de la tarde al ritmo nostálgico de los Secretos, Nacha Pop, Alaska y compañías, en un viajecillo cargado de chutes de adrenalina y otras cosas a sabiendas de que más vale morir que perder la vida. Precisamente así falleció la Movida, probablemente de sobredosis tras una existencia tan intensa como fugaz, nostálgica antes de tiempo, apenada por la pérdida de Tierno y otros tantos. Abrasada. O quizás no, quizás la culpa la tuvieron otros: la industria, traidora, o algún hijo de papá y su papá. O, ¿por qué no?, a lo mejor lo que sucedió es más sencillo: entre todos la mataron y ella sola se murió. Mira no sé, no tengo diagnóstico. Quienes sí tienen respuestas, por cierto, son las mónicas, escarbando como lo hacen, apasionadas, detallistas, curiosas, enamoradas… las entrañas de Madrid capital y sus movidas.
*Nota para el viajero
Toda la información sobre horarios, precios (5,9 €), etc de las visitas guiadas de la Movida, en la web institucional esmadrid.com