Los 20 minutos de Singapur
Que no cunda el pánico, el formato exprés se impone, pero a los tours de cuarto de hora todavía no hemos llegado. Menos mal. A Singapur esperamos darle dos días de nuestras vidas, menos que nada. Ahora bien, exactamente veinte minutos es el tiempo que nos ha dado el conductor de nuestro autobús a los pasajeros cuando nos ha hecho bajar del vehículo justo antes de cruzar la frontera entre Malasia y Singapur. “Tenéis que coger todas vuestras pretenencias, en el coche no puede quedar nada; el que no esté al otro lado dentro de veinte minutos tendrá que buscarse la vida”. Es decir, que o nos dábamos mucha prisa o nos íbamos a quedar tirados como dos colillas. Como para perder más tiempo después de un tortuoso viaje de medio día desde Malaca… Así es que nos hemos puesto las pilas, hemos echado una carrera por los abarrotados corredores de las instalaciones singapurenses de control fronterizo, nos las hemos ingeniado para pasar por el mostrador de expedición de visados menos concurrido, hemos encontrado el único escáner de equipajes libre de colas y hemos alcanzado resoplando el autobús más pronto que tarde. Pero no iba en broma, nuestro buen chófer indio, ya que cinco minutos después hemos salido sin esperar a, como poco, una veintena de personas que, efectivamente, se habrán tenido que buscar marina. Muchos de ellos, hay que decir, parecían viajeros locales a los que posiblemente les beneficiaran otras conexiones. No era, ni de largo, nuestro caso. Por cierto, exhaustivos controles migratorios, tecnología punta, control de maletas, normas y prohibiciones, calor y rascacielos de fondo, así se entra a Singapur (por tierra).