‘Urlaubfahrer’, chusma e incautos

(Guiller, fes el favor de llegir-te el text sencer; este és el de la furgona)

Ahí vamos, a la pelea (literal)

Ahí vamos, a la pelea (literal)

Ayer cerramos un círculo que abrimos hace exactamente diez meses. Para ser sinceros, el asunto empezó como terminó, aunque para entonces no fuéramos conscientes de ello. El señor Kubal, un turco asentado en Alemania desde décadas y cuya cara parecía señalar un camino lleno de buenas intenciones, nos vendió su coche vacacional. “Ich bin ein Urlaubfahrer”, nos dijo el día de la venta. ¿Un Urlaubfahrer? Un conductor de vacaciones, que, en este país donde el auto es seguramente tras la familia y la vivienda el bien más preciado, nos señala a un señor, preferentemente de clase baja, que ha comprado un coche para ir de vacaciones a su país y tras las mismas lo quiere vender. A Turquía fue la familia Kubal con su flamante Volkswagen Multivan T5, ocho años de viejo y casi 200.000 kilómetros a sus espaldas. 15.000 euros pagaron por la máquina; unos 12.000 sacaron con la venta a dos españolitos con dinero fresco. Nunca nos sentimos engañados por el señor Kubal, por mucho que a las primeras de cambios descubriéramos que se equivocó al decirnos que el auto tenía la pegatina verde, una suerte de confirmación para conducir por las grandes ciudades alemanas, la cual es otorgada tras la instalación de un filtro para reducir las emisiones de gases contaminantes en los vehículos de motor diesel. Primeros 1.000 euros imprevistos. No quisiera desviarme tan pronto, en todo caso, de los Kubal. El cabeza de familia era un hombre risueño, con un denso bigote, mediana estatura y tez rosada. Unos 50 años, aunque aparentase ser mucho mayor. Tanto él como su mujer, de verdad, parecían buena gente, ella tristemente confinada en su pisito del único barrio obrero de la prosperísima Ingolstadt. “Cualquier día nos vamos a Turquía”, parecía indicar su mirada, más bien melancólica. Tenían dos hijos. El mayor se encargó de preparar el contrato de compra-venta del coche. Su padre daba la sensación de no saber escribir. De cuna, era un chaval risueño, más bien menudo y aparentemente educado. Pero las apariencias engañan: lo encontramos de casualidad, pues el negocio lo cerramos justo un día antes de que entrara en un reformatorio por una temporada. “Cosas de chavales”, dijo el padre, aunque la madre añadió que se libró de la prisión solamente por ser menor de edad. Al hijo menor no lo llegamos a ver, únicamente olimos sus babas secas en el asiento trasero de la furgoneta. Era un chico con parálisis cerebral y movilidad reducida, que pasaba más tiempo en el hospital que en casa. Seguramente fue el motivo de la compra, unos meses antes, del coche. No sé con qué dinero lo habían comprado, ni me importa, pero recuerdo la confesión de herr Kubal: me dijo que en Alemania era posible llevar una vida digna a pesar de no contar con trabajo, como era su caso desde hacía varios años. Una familia marginal a la que guardo cierto cariño pese a que hicieron un negocio redondo con dos incautos como nosotros. Redondo y avanzamos en círculo. Para Navidad el coche superó su prueba más difícil sin rechistar, ya que con él recorrimos sin problemas (técnicos) los casi 4.000 kilómetros de distancia que separan Múnich de Alcoi, ida y vuelta. Pronto, en todo caso, empecé a escuchar ruidos al volante donde antes no los había y, peor, temprano llegaron los avisos. El primero, el oficial de la VW en la misma computadora de la Multivan que nos exigió una revisión del coche por los 220.000 km. Para entonces, ya por marzo, nos dimos cuenta de que el libro del automóvil no tenía registro de las inspecciones practicadas durante los años previos. Pero qué tontos que somos! Cómo no lo preguntamos en su día! Cómo no comprobamos que no teníamos placa verde! Cómo no controlamos que faltaba la rueda de recambio! Cómo… En fin, vayamos con los asuntos urgentes y dejemos de lado los importantes: una puesta a punto a ciegas en el taller oficial nos hubiese costado 2.000 euros más. Salvamos este escollo como lo habían venido haciendo nuestros predecesores, imagino: con un cambio de aceite, filtros y una miradita en un taller multimarca. Otros 500 euros y seguimos avanzando. Visto con perspectiva, podemos parecer dos paletos, pero lo cierto es que metidos en el ajo todo se ve de diferente manera. Aún así, todo tiene un límite y en un vehículo con casi diez años y una kilometrada a las espaldas el límite siempre está al acecho. El nuestro, en concreto, llegó algún día soleado del mes de mayo. Fue la mañana en que descubrimos que al coche tampoco le funcionaba el aire acondicionado. Pague otros 1.500 si desea avanzar a la siguiente casilla. Como dicen en Alcoi, “hasta aquí llegó la nieve”. Nos plantamos. Puede parecer que aquel día nos habíamos acercado por fin a la meta pero lo cierto es que cruzarla ha sido lo más complicado de todo el asunto. ¿Quién dijo que sería fácil? Por un lado, lo más sencillo, increíblemente, ha sido conseguir financiación para sustituir el viejo coche por uno, casi idéntico, pero nuevo. Por esa razón, no voy a dedicarle un segundo más a este arista que merece capítulo aparte en una road movie de factura circular. Que vuelva el rock and roll, entonces. Todo había de acabar tal cual había empezado: con un anuncio en internet vendiendo un coche de segunda mano. Aparentemente sencillo, dada la popularidad de este tipo de automóviles en Alemania. Orgullosos de las mejoras practicadas a la Multivan como estábamos, en los primeros días obviamos varias suculentas ofertas, así como los kilómetros y el tiempo transcurridos desde nuestra adquisición (que jugaban en nuestra contra). Oportunidades perdidas. Para cuando nos dimos cuenta de que nuestro precio estaba muy lejos del precio de mercado, estábamos dentro de una espiral fatal. Esto es: decenas de Urlabfahrer llamando insistentemente al teléfono y practicando idénticos rituales de regateo más propios del zoco de Estambul que de las acomodadas latitudes bávaras. Confieso: hartos y agotados en una carrera de fondo en la que teníamos mucho que perder y poco que ganar, al final escogimos a uno de nuestros postores entre una amalgama de compradores telefónicos, una casta de emigrados a Alemania provenientes de los mejores rincones de Albania, Kosovo, Turquía o Rumanía. Reíros, cabrones, a mi no me hace ni puta gracia. Y veréis la razón. Croata nos dijo que era el comprador elegido, no sin antes regatearnos de un plumazo otros 1.500 euros. Croata de Colonia que resultó ser el más chungo de los kosovares de Renania del Norte. A las nueve de la mañana se presentó en la puerta de casa el sujeto, de cuyo nombre no me quiero ni acordar. Y empezó la fiesta. (La voy a traducir al español y teatralizar un pelo; o eso o reviento.) “Oh, hermano! estoy muy decepcionado contigo! hemos conducido toda la noche mi hermano y yo, 700 kilómetros sin dormir, para comprar tu coche y cuando llegamos aquí lo que nos habías prometido por teléfono no se corresponde con lo que nos ofreces”. Mal empezamos. Por cierto, sin dormir no sé, pero sin comer imposible y sin ducharse, seguro. Joder que personaje! Lo infiltran en la caravana de gitanos de Snatch, cerdos y diamantes y cuela como guardaespaldas de Brad Pitt fácilmente. No le hubiese hecho falta ni atrezzo al colega. Sobre las falsas promesas: nada de nada, cabronazo. Tenían todos los detalles en el anuncio y así lo hablamos por teléfono, lo que no tenían era todo el dinero prometido. Estábamos jodidos, como Tommy. La negociación no fue fácil, intentaron con todas sus fuerzas tomarnos un poco más el pelo, pero no les fue posible. La posición final, apoyado en Mariola, estaba clara: lo tomáis o lo dejáis. Y, ellos no lo sabían, pero el teléfono de la Policía estaba sobre la mesa, pues el asunto no parecía fácil de cerrar sin trato. Algo debieron intuir, y el coche les interesaba, así que nos pusimos manos a la obra con una prueba de conducción en la que no nos multaron de milagro, por encima del límite de velocidad como se condujo por la circunvalación. Paseo en el que el colega y yo intimamos hasta tal punto (soy tonto, pero a preguntas no me gana ni Cristo) que se confesó: “Alemania, qué gran país, aquí se puede vivir sin trabajar. Amigo, yo tengo cinco hijos y quiero ir a mi país con ellos, por eso quiero el coche. Lo voy a comprar con el Kindergeld y con las ayudas públicas que recibe mi familia. Somos muy pobres y estamos todos en el paro”. Me da rabia escribir esto, detesto escribir esto, pero lamentablemente esta es la parte menos teatralizada del texto. Cabrones viviendo a costa de trapicheos, de trampas, aquí y allí, ahora y luego, pero al fin y al cabo viviendo “como reyes” en Alemania pues en su país eso sería impensable. Y lo saben. Y lo aprovechan. Y alimentan con ello el odio de tipos despreciables de piel blanca y mente imperial. Me enervo, pero hemos de seguir, pues no aún no hay trato. Por cierto, antes de cerrar este paréntesis: los dos kosovares se presentaron en casa en un BMW deportivo del copón, cuyo lateral derecho, eso sí, parecía el acordeón de Mari Carmen de la ostia que tenía en la carrocería. Volvemos al relato principal. Siendo sinceros, todos sabemos que una llamada a la Policía no hubiese puesto fin amistoso a la situación, por lo que, sin bajarme los pantalones del todo, tensé la cuerda hasta el punto en que cerramos un trato, con apretón de manos incluido, solamente 200 euros por debajo de lo pactado inicialmente, después, eso sí, de varios descuentos telefónicos. Suficiente para calmar los ánimos de todas las partes, los de los matones y los nuestros. En aquel momento, ya sentados en la parte trasera del habitáculo, cual grupo de mafiosos, comprendí que unos meses antes habíamos abierto un estúpido círculo que nos arrastró a un final del que salimos ilesos milagrosamente. Hoy, un día después, el dinero reposa en el banco y supongo que aquella familia kosovar se encuentra en alguna carretera camino de los Balcanes. Círculo cerrado. Esperemos, pues llevo toda la noche soñando con aquel gitanillo de mi pueblo que te sacaba la navaja en el paseo de Cervantes y te decía: “Dame veinte duros o te vas acordar de mi; que sé donde vives”.

2 comments

  1. montymodi

    Me he quedado a cuadros.
    Flipo en cómo vive esta gente y como quiere sacar tajada. Me alegro que todo acabara, y a lo mejor es momento hasta de mudarse. !!

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