Obres (a Munic) que em posaran dels nervis

Si fa dos anys em diuen com seria ara el Marienhof, no m’ho hagués cregut. Dit d’una altra forma, si ara volguera fer la mateixa foto de la portada del llibre, hagués estat impossible. Sí, Munic creix, i està en obres. El que em sap mal, que està ara i ho estarà dins de deu anys. I quines obres. Obres, obres: nova estació central, reformes de estacions de metro, reformes urbanístiques, un nou túnel ferroviari que creuarà tot el centre… D’això mateix he volgut postejar a muniqueando, un text que gairebé pareix un reportatge per a la premsa local, dels que posen de mala llet al ciutadà. Res a veure amb aquells articles de color de rosa que un dia vaig escriure en sèrie sobre Munic. Canvia ella o canvie jo? O canviem els dos?

*Muniqueando: Cinco macro obras llamadas a transformar el centro (para desesperación de muchos)

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La portada… ara

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La portada

Ganes de primavera

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Pera ara, aquesta imatge del Zugspitze és més un anhel que una realitat. Els dies són encara massa curts, les opcions de neu han desaparegut gairebé del tot, però el vent continua essent fred i la major part dels dies els guants i la bufanda són necessaris. Tenim ganes, però, de sol, de llum, de flors, de mànegues curtes, de bicicleta, de cervesa al jardí… mira que et dic, d’espàrrecs blancs dels més grossos, de cirera, de tour, de riure. Tenim ganes de primavera, sí.

Sigue creciendo el turismo español en Múnich… pero retrocede el internacional

Turismo de Múnich acaba de publicar las cifras de turistas y pernoctaciones registradas (en alojamientos turísticos oficiales) en la ciudad durante 2016. A simple vista, hay dos datos reveladores: uno para los que nos dedicamos al turismo en la ciudad, en general; otro para los que lo hacemos enfocados al mercado en español, en particular.

Turismo internacional

De entrada, el año pasado la Oficina de Turismo registró 7 042 487 turistas en Múnich. Esto supone un crecimiento del 1,3% respecto al año anterior (2015), y un récord histórico, pues es la primera vez que se sobrepasa la barrera de los siete millones de turistas.

Dicho así, la música suena muy bien, aunque estos números son engañosos, y es necesario rascar un poco más en los datos presentados para comprender la situación real. De los más de siete millones, 3,9 millones fueron visitantes alemanes y 3,1 millones fueron internacionales. Es precisamente una subida en turismo doméstico, que realiza estancias más cortas, donde Múnich ha conseguido sus mejores resultados (crece un 4,4% respecto al año anterior). En cambio, el turismo internacional ha descendido de forma razonable durante los últimos 12 meses, en concreto un 2,4%.

Por esta razón, las cifras de pernoctaciones en hotelería no son positivas, sino que lucen en rojo respecto a 2015. Han caído ligeramente, un 0,1%, pero han caído. Y a pesar de la cascada de aperturas de nuevos hoteles (que abaratan o moderan precios) y el desembarco de aerolíneas de bajo coste en el aeropuerto (en los últimos dos años: Norwegian, Transavia, Volotea…). En total, el año pasado tuvieron lugar 14 041 090 pernoctaciones en establecimientos muniqueses.

Asimismo, hay otros indicadores que deberían de, como mínimo, ser tenidos en cuenta: Oktoberfest, por ejemplo, encadenó en su última edición una serie de tres años con descenso de visitantes, registrando su peor cifra desde, atención, 2001. Unos 5,6 millones de visitantes pasaron a beber cerveza por el festival, que son muchos muchísimos, y muchos muchísimos menos que los 6,9 millones que participaron en Oktoberfest en 2011. Ni un atisbo de autocrítica desde Ayuntamiento y organización, por cierto. Parece que el negocio no se resiente (principalmente repercutiendo los descensos de público con subidas descomunales en el precio de la cerveza sobre el que sigue fiel al festival; personalmente, no me parece una buena estrategia a largo plazo).

Finalmente, las cifras de turistas en Múnich empeoran si las comparamos con la tendencia seguida por Berlín, capital política y, a día de hoy, capital turística indiscutible de Alemania. En 2016 y según cifras oficiales, allí recibieron 12,7 millones de visitantes y registraron 31 millones de pernoctaciones en hotelería. Ahí es nada (nos doblan).

A modo de resumen, tampoco nos volvamos locos, pues el debate de cantidad o calidad existe, y tiene mucha lógica. Que les pregunten a los vecinos de según que barrios de Barcelona (32 millones de visitantes en 2016), a los venecianos (22 millones anuales), a los vecinos de Praga… y de tantas otras ciudades saturadas, literalmente devoradas por el mismo sector que les da de comer. Cautela.

Turismo en español

Lo que no se termina de comprender es la poca atención que, bajo mi punto de vista, siguen prestando al mercado hispano, desde la esfera pública y, especialmente (e incomprensiblemente), desde la privada, en el sector turístico muniqués. Vayamos con un par de cifras.

Acabamos de comprobar que el turismo internacional y las pernoctaciones decaen en Múnich ciudad. Pues bien, si nos centramos en el mercado hispano, la realidad es totalmente diferente.

España

Las llegadas de turistas españoles a Múnich siguen creciendo a buen ritmo. En 2016, lo hicieron un 3%. Vinieron 131 632 españoles, o al menos esos son los que se registraron por parte de Turismo. Y pernoctaron 277 869 veces, un 1,6% más que en 2015. Son el 4,1% del turismo total de la ciudad, y (como en 2015), el octavo mercado, tras Estados Unidos (378 000 turistas), Reino Unido (248 000), Italia (240 000), Suiza (233 000), Austria (213 000), estados árabes del Golfo Pérsico (200 000) y China (141 000).

Tres apuntes inconexos:

  1. Sí, llegan más turistas españoles a Múnich que turistas franceses (107 000) o rusos (109 000).
  2. Todo esto, en un contexto en el que las llegadas de emigrantes españoles a Alemania se han, como poco y a la espera de datos exactos, enfriado.
  3. El mercado en español, por mucho que estas mentes germanas no terminan de entender, no es España.

América

Vayamos entonces con el mercado hispanoamericano, aquí las cifras son apasionantes. Lamentablemente, ni la Oficina de Turismo parece haber comprendido el fenómeno. Así que no hay cifras por países, sino globales de la región. De momento, solamente sabemos que llegaron unos 15 000 centroamericanos (México?) el año pasado. Son un 16,6% más que un ejercicio antes. Sobre Sudamérica, sin Brasil, los registros hablan de 29 000 turistas. Son un 17,9% más que en 2015. Ahí lo dejo (crecimientos de dos dígitos en un contexto de retroceso del sector a nivel local; aquí hay mucho margen para seguir creciendo).

Así pues, si sumamos los diferentes países que componen el mercado en español, nos acercamos a los 180 000 turistas, muy cerca de lo que supone el mercado chino o árabe. Vale que, seguramente, los hispanos gastamos bastante menos que los árabes, que los chinos o los rusos, pero seguimos esperando las muestras de respeto y la atención que, se puede observar, se presta a todos estos mercados. Es decir, que igual si nos acarician el lomo acabamos consumiendo un poco más (y aquí perdonadme, españoles, pero hablo de América).

Léase, a modo de resumen final: letreros comerciales en chino, árabe o ruso empiezan a ser visibles en algunos escaparates del centro de Múnich, no así en español. Por no hablar del sector hostelero, a años luz de lo que se espera de ellos. Menús en restaurantes traducidos al francés, por ejemplo, a patadas. Al español, siga buscando. Tampoco se libra la hotelería. Quitando algunas excepciones honrosas (hoteles españoles, como los Eurostars o los NH), rara es la recepción de hotel en la que se presta atención en español de forma regular. No estoy diciendo que en todos los restaurantes de la ciudad deba haber carta en español, ni que en todos los hoteles atiendan en nuestro idioma, pero un simple acercamiento al mercado sería más que positivo. Especialmente en un destino que quiere convertirse en referencia internacional a nivel comercial, estilo de vida u ocio urbano para viajeros con nivel cultural y poder adquisitivo medio-alto. Si la idea es que el turista venga a Múnich a algo más que ver el palacio de Neuschwanstein y ponerse morado de cervezas, empecemos por ponerles las cosas fáciles. Que digo yo.

Professionals del “per damunt, per damunt”

Benvolgut Fausto, recorde una frase que em deies a sovint de menuts, quan acabaves fart de discutir amb mi. ”Bé, Camonina, lo que tu digues. Tu, per damunt, per damunt… com el oli de la Canaleta”. Ma mare, pobra dona, també l’emprava amb freqüència. Reconec, tot i l’esperança d’haver corregit parcialment la situació, certa predilecció per voler tindre la raó sempre i, cas que no fos possible, intentar buscar-hi una justificació. ”Advocat seràs, cabota”, em deien per casa. El meu avi però, que observava amb perspectiva i saviesa, li deia als pares: ”advocat, advocat de teulains…”. Sí, li agradaven els pardals, i sabia que jo de cabota en tenia un tros, però no com per a esdevindre un professional de la cabuderia. Benvolgut Fausto, no t’ho creuràs, però a Alemanya he acabat descobrint la cabuderia suprema, i, després de més de cinc anys fent-los companyia, et diria que és la que porten els alemanys de serie. Estos sí que són, de veres, uns professionals del “per damunt, per damunt”. I en tot en la vida. En les situacions més quotidianes, en les més estúpides, ells han de sobreeixir en qualsevol cas per damunt, com el oli de la Canaleta. No importa si pares el primer en un semàfor en roig amb la bici, en un dia festiu i assolellat, dels que ningú no té pressa. Tan se val, dissimuladament, o no, la bicicleta que vinga darrere acabarà col·locant-se davant teua, abans que el semàfor assenyale el verd. Si vas amb el cotxe per la autobahn i avances el Volkswagen que tens davant, més val que ho faces doblant-li la velocitat. Com faces un avançament suau, estàs sentenciat: al minut et tornarà a passar a tu. I així seria fins que s’acabe el depòsit de benzina. Els alemanys no suporten anar darrere de ningú. Per exemple, si vas al super a comprar i et despistes un segon mentre fas la cua per a pagar en caixa, estàs perdut: sense saber ben bé què ha passat, la persona que tenies darrere ara la tindràs davant. No et dic res si parlem de coses serioses: en eixe cas discutir amb un alemany és una causa impossible, perduda. Si pel que siga, t’hi vols ficar, per vici o per hobby, perquè et va la marxa com a mi, has de saber abans de començar que no tens res a fer, zero oportunitats d’imposar-te en la discussió. El alemany té sempre la raó. Aixó és així, com que l’oli de la Canaleta sempre sobreix, per damunt, per damunt. Són lleis de la física. Haig de dir-te però que a poc a poc vaig acostumant-me, i que la major part del temps m’ho prenc amb bon humor (no sempre és possible). A la llarga, només em preocupa una cosa: Aitana és, tècnicament parlant, alemanya.

Munic, entre les ciutats més contaminades pel que fa a diòxid de nitrogen

Qualsevol ho diria, envoltats de parcs com estem a Munic, a quatre passes dels Alps, al bell mig del verd… però, també cert, cosits per autopistes i envaïts per cents de milers de cotxes al carrer cada dia, en la que també és una de les capitals del motor d’Europa, i del món. El cas és que, com bé m’ha recordat hui el meu bon amic @rosenperales, Munic és una de les ciutats europees més contaminades pel que fa al diòxid de nitrogen (NO2), un gas contaminant derivat principalment dels motors de combustió. Amb dades de l’Agència Europea de Medi Ambient, EL PAÍS ha publicat aquest gràfic, ben clar:

Ciutats europees amb nivells superiors d'NO2. /EL PAÍS + AEMA

Ciutats europees amb nivells superiors d’NO2. /EL PAÍS + AEMA

En aquest altre mapa de sota, de la mateixa Agència Europea de Medi Ambient, s’observen fàcilment les zones del continent amb major concentració d’NO2. Bàsicament, el centre d’Europa amb la part sud i oest d’Alemanya com un dels espais més contaminats.

Gràfic de la mateixa Agència Europea de Medi Ambient . /AEMA

Gràfic de la mateixa Agència Europea de Medi Ambient . /AEMA

A tot això, mentre la UE ha amenaçat hui a Alemanya, França, Espanya, Itàlia i el Regne Unit per la violació constant dels nivells de contaminació atmosfèrica, els diaris locals (germans) ni en diuen ni una paraula. No siga que als de les fàbriques de motors no els caiga massa bé. Jo, per si de cas, demà amb la bici, com hui.

*Si vos preocupa el tema, en aquesta web podeu comprovar la qualitat de l’aire en temps real, a Munic i a altres ciutats del món.

La magia de San Valentín

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Sí, me estoy ablandando…

Feliz día de San Valentín. Sí, hoy, 14 de febrero, día de los enamorados. Si no os lo ha dicho la Coca Cola, vuestro muro de facebook, el grupo whatsapp de las tetorras o vuestra florista de cabecera, os lo digo yo. Y ahora, cuando la mitad de los presentes estáis horrorizados y la otra mitad bostezando, ahora es cuando yo os digo: pobres de vosotros, que vivís en el engaño, en la ignorancia, en la desgracia. San Valentín es felicidad, San Valentín es magia. Y además, os lo voy a contar, para daros envidia. Siete de la mañana, martes, suena el despertador como cada día, me levanto zombi y tiro pa’l sofá. Desperece progresivo. Entonces oigo desde la cocina un contundente ”¡Feliz Día de San Valentín, mi amor!”. Oh-mein-gott. Gente, un martes. De febrero. Cualquiera. ”Feliz” y ”mi amor” juntas en una sola frase. A las siete de la mañana. Esto pinta muy, muy bien, gracias santo Valentín. Y aparece ella, cual Pocahontas, cruzando la puerta del comedor, con su pijama, su melena al aire, arrastrando pantuflas por el parqué… Qué digo yo de Pocahontas en pantuflas por el parqué, ¡ha entrado en el escenario Cenicienta patinando sobre hielo! Shh, shh... Es o no es magia. Y escuchas: ”Ven que te voy a dar un beso, mi amor”. Otra vez. Esto no puede ser cierto. Se acerca, preciosa, se abalanza sobre ti, y cierras los ojos para disfrutar del momento. Una eternidad…y es cuando ves pasar ante ti a Meg Ryan y a Hugh Grant en una de bodas a lo loco, y a Jennifer Lawrence enseñando a bailar a Bradley Cooper, y suena una canción melosa de Coldplay de fondo, sientes cosquillas, pero… mierda, no termina de pasar nada. Te quedas esperando el clímax, el momento del beso con esclafit. ”Muac”, escucho por fin. Pero sigo sin sentir nada. Vaya. Una de dos, o he perdido la sensibilidad, o estoy en un sueño. Solo hay una manera de comprobarlo (bueno, una y pellizcarme, pero pellizcarme duele y no me apetece): abro los ojos, y entonces compruebo atónito que el beso contundente, el ”mi amor”, el ”feliz”, nada era lo que parecía. Se lo ha llevado todo, besazo incluido, la gorda de diez kilos que llevo en brazos desde que me he levantado. Esa tal Aitana, que come, caga y duerme a mi costa, y que ahora además se ha apropiado del amor de mi vida. Pues eso, la magia de San Valentín, incautos.

Jugando con fuego

Más de un lustro en Múnich hace que vea las cosas de otra manera. Ha dejado de parecerme el paraíso, la del puesto 4 en la lista Mercer (que, por cierto, ahí sigue en el ranking de 2016)… ahora es simplemente mi ciudad, una urbe enferma de polución como todas, cada vez más sucia, a día que pasa más estresada, que ha pasado de cara a carísima, y que además está llena de alemanes malcarados (eso ya lo veía el primer día) que me ponen de los nervios (eso sí que es nuevo), porque cuando gruñen entiendo lo que dicen. A todo esto, escribo esto mientras leo en el periódico dos noticias del día que ya no son noticia: un aviso para que nos preparemos para una gran obra que va a colapsar durante cinco años una de las principales estaciones de metro; un segundo aviso, este de urgencia, porque un incendio ha obligado a cerrar el stammstrecke en el S-Bahn. El caso es que el desastre del transporte público de Múnich (léase metro y tren de cercanías) merece un capítulo a parte, y yo además me he propuesto postear hoy de unas pruebas empíricas mías de resultado bastante más feliz. Esto va también de tópicos y de lo mal y lo bien que se vive aquí, pero en concreto del tema seguridad, y en modo vivencias en carnes propias. Relato en formato #cientocuarentacaracteres, titulado Jugando con fuego: miércoles por la noche, vuelvo a casa con la bici, a la carrera, tarde, con ganas de ver a Mariola y Aitana (no hagáis caso del orden de prioridades, es un ejemplo); aparco en la puerta y tiro corriendo para arriba, besos, cenamos, la tele y a sobar en el sofá (rutina); jueves por la mañana, nos levantamos, desayunamos y me pongo a leer el periódico en el…; mierda, ¿y el iPad?…; ¡mierda, mierda, mierda! me lo dejé anoche en la mochila, enganchado en el portacestas de la bici (sí, me lo dejé en la puta calle); tiro para abajo de un salto, en pijama, pelazo, legañas, casi descalzo…; ufffff, aquí está, sano y salvo, todo: la bici (candada), la mochila, el iPad…; subo para arriba, acabo desayuno, me lavo, tiro en bici con Aitana a la guarde; desengancho el carro de la bici, la dejo en clase, me vuelvo a casa (ya sin el carro); cuatro de la tarde, regreso a por Aitana al cole, la recojo, busco el carro de la bici (aparcado en la calle)…; ¡mierda, mierda, mierda! esta mañana he dejado el carro de la bici, (cuesta un pastizal) sin candado, todo el día, en la calle; por cierto, el carro de la bici, sin candado, sigue en el mismo lugar donde lo dejé esta mañana; ya van dos; en fin, engancho el carro a la bici, tiramos para casa, llegamos…; ahora sí que sí, saco el carro y lo guardo en el garaje bien candado, que lo que no han mangado los vecinos del barrio me lo van a mangar los vecinos del edificio (propietarios, setentones, con cuatro veces más pasta que nosotros… muy necesitados, vamos)…; una tarde más en la oficina: jugamos, merendamos, cenamos, vemos la tele, sobamos en el sofá…; por fin es viernes, y volvemos a la rutina: desayunamos, saco el carro de la bici a la calle, busco la bici, engancho el carro…; ¡mierda, mierda, mierda! ayer por la tarde olvidé cerrar con candado, esta vez ¡¡¡la bici!!! (y en la calle); nada, que ahí está la bici (que olvidé candar anoche), como el carro (que olvide candar ayer por la mañana), como el iPad (que olvidé en la calle la noche de miércoles)… Fin del relato empírico, que además es un cuento de empirismo verídico, de despiste total. Felizmente acontecido en Múnich. Por cierto, para acabar de teñir esto de melodrama, tengo que deciros que no nos vengamos arriba. Hace unas semanas, el empirismo de un colega residente en el mismo barrio que yo me hace constatar que no siempre es igual: igual te dejas la bici debidamente cerrada con candado en la puerta de casa, y a la mañana siguiente resulta que te la han mangado. Que también pasa.

El rètol blau de Tengelmann

Benvolguda Lorena, no t’escric aquestes línies amb cap pretensió especial. No sé ben bé per què m’adrece a tu, però des que he vist el cartell blau d’aquell supermercat de la cadena Tengelmann he pensat en el meu poble, primer, i directament en tu, en un segon moment. El cas és que hui de matí, diumenge, aprofitant que el fred i la neu ens han donat uns dies de treva, hem decidit eixir de Munic i baixar al sud en busca d’unes hores de pau i benestar. Com que només teníem una estona, hem preferit no allunyar-nos massa de casa; com que ara hi ha massa neu a les muntanyes, hem optat per una passejada per Bad Tölz. Imagine, lògic, que no saps de que et parle. Bad Tölz és una xicoteta ciutat històrica de 20 000 habitants (capital però d’una unió de municipis que supera els 120 000), situada 50 quilòmetres al sud de Munic, a tocar dels Alps. Està ubicada a la vora del riu Isar, que serpenteja pel seu nucli urbà transparent com el vidre. Envoltada per muntanyes i boscos que en hivern queden completament coberts de neu, la veritat és que es tracta d’un poble sense cap gran monument, sense cap gran església, sense cap gran pintor o músic allà nascut que servisca com reclam turístic, que no acull cap gran estació d’esquí, cascada o altres meravelles de la natura. Simplement és un poble encantador, on destaca un carrer principal ple de cases històriques que conviden a ser admirades, on és fàcil gaudir d’on bon menjar, i on una passejada al costat del riu és un petit plaer difícil de descriure. La destinació ideal per a una excursió. És el que hem fet nosaltres. Després de riure amb els ànecs, que Aitana reconeix des de no fa massa, hem pujat cap a l’Ajuntament per la Markstrasse, el carrer del Mercat. Creu-me, els seus edificis, grans cases d’estil alpí amb sostres a dos aigües i estructures de fusta, són una meravella. Són cases de tres i quatre altures, moltes d’elles d’origen medieval, i la immensa majoria decorades amb pintures murals de colors vius. Trompe-l’œils. Allò que més m’ha impactat al carrer però, el més comercial de la ciutat i només per a vianants, han sigut els rètols dels establiments. Com el del supermercat que t’he esmentat al principi. Tengelmann és una gran cadena de supermercats a Alemanya, que sempre fa servir el seu logotip sobre un fons en roig a la porta de les seues botigues. A la Marktstrasse n’hi havia un, però aquell rètol no era vermell com de costum, ni feia servir el plàstic, ni tan sols era lluminós, ni sobreeixia de la façana. El rètol de Tengelmann era una respectuosa i discreta pintada en color blau cel, en la mateixa línia que la decoració de la façana de l’edifici que ocupava. El mateix passa amb tots i cadascun dels altres comerços del carrer, que tenen prohibit fer servir colors que no siguen els de l’immoble on s’ubiquen, així com segons quins materials (plàstic, neó…). En aquest punt és quan he pensat en Alcoi, i en tu. No cregues que t’escric açò amb ànim de tocar-te els nassos, de criticar la teua tasca, de veritat. Tot el contrari, percep en tu una persona inquieta i carregada d’il·lusió amb ganes de fer coses per a dinamitzar el turisme a Alcoi. Hem parlat darrerament en un parell d’ocasions i et dic sense cap temor ni vergonya (i t’avise que no sóc de fer la pilota) que m’agrada el que estàs fent a Turisme, igual que en el seu dia vaig respectar la tasca feta per Amparo com pionera al capdavant de la mateixa empresa. Imagina doncs els rètols comercials dels carrers principals del nostre centre històric, per exemple de Sant Nicolau i Sant Llorenç, seguint tots una mateixa estètica modernista o noucentista en comunió amb els edificis on s’ubiquen, com si de la Setabense estiguérem parlant. No se si la idea és viable, si realment tu tindries la més mínima possibilitat de fer alguna cosa al respecte, ni tan sols si és una bona idea. Del que estic convençut és que, com jo, ràpidament pensaràs en la mateixa fruiteria, i el seu vinil impactant sense cap mirament sobre la façana d’un preciós edifici del segle XIX a un dels nostres millors carrers, només tingues l’oportunitat de veure la fotografia del Tengelmann, amb la que acompanye el meu text. Una abraçada ben forta. Jordi

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Tengelmann de la Markstrasse de Bad Tölz

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No ho sembla, però al fons hi ha una carnisseria Vinzenz Murr

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I ací també, ja es veu

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Un Müller (al centre històric)…

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…i un altre Müller (al centre comercial)

Capvespre de gener

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Al gener, afortunadament, es fa de nit una mica més tard. El sol es pon cap a les cinc, abans de sis tot fosc. Per primera vegada en un grapat d’anys, a Munic, el primer mes d’hivern d’enguany ha sigut, de veritat, d’hivern. A casa, les cerveses del balcó ja fa dies que són un bloc de gel. Tot i que fa dos setmanes que no cau un floc, la neu als carrers no fa pensament de marxar. Pot més el fred que la pol·lució. La gent però, fa vida. A la vora de casa, des de migdia, el parc olímpic és una festa. Gèlida festa. Els nens, de totes les edats, entren al parc arrossegant trineu. Van tapats de dalt a baix: botes de neu, pantalons de neu, jaqueta de neu, guants de neu, gorra de neu… Normalment, els veiem arribar des de la finestra. Aquella vesprada, no. A deu baix zero Aitana no gaudeix, però una passejada curta mai és problema. Els grans no pateixen el fred igual. Al llac del parc, glaçat des de fa dies, molts aprofitaven aquell capvespre per a patinar sobre el gel. Les cinc en punt. El sol, camí de ponent s’amagava lentament entre les muntanyes nevades i fabricava un escenari de llums ataronjades, regalant-nos a tots una escena encisadora per acomiadar el dia.

(Gran) error de principiante

Hace cinco años justos desde el aterrizaje, y uno desde que llegó Aitana. El Quadern agoniza desde hace meses. Algo que, por otro lado, no me preocupa lo más mínimo. Pero me niego a enterrarlo. Muerte lenta, pues. Me prometí que esta semana, por lo del primer aniversario de La que mira els estels, anotaría alguna cosa. Como quien no quiere la cosa, hoy, martes, el azar se ha cruzado en mi camino, y me ha regalado carne de post. Sí, he cometido un error de bulto, una cagada nivel A1.2 de alemán (qué tiempos aquellos), de recién llegado a la Hauptbahnhof maleta y diccionario en mano. Pero no te me pongas nerviosa, madre, que no he cometido delito, al menos que merezca multa o sanción económica. No me he saltado ningún semáforo en rojo, ni me he montado en el metro sin pagar (eso hace años que no se me ocurre, y no precisamente por miedo a que me cojan sin billete). Eso está superado hace rato. Aunque, confieso, lo de hoy…, lo de hoy ha sido todavía peor. Esta tarde, primer día de café y kuchen en la guarde de Aitana desde que existimos, he debutado a lo grande. Mira que no tenía yo previsto quedarme a la tarta. Mira que me lo he dicho, de camino, en la bici: ”llegas, recoges a la peque, y te vas a casa. Que tienes un montón de trabajo. Que no está su mamita, que es la que casa mejor con el asunto…” Pues no, tenía que cagarla. Lo cierto es que la erzieherin me ha hecho la encerrona. Le he entrado con un ”Ich trinke kein Kaffee, danke” (pues eso, que no bebo café). Y entonces la profe me ha metido un gol por la escuadra. ”Kein Problem aber Kinderpunsch trinken Sie sicher” (nada, que un rato sí que lo tenía)… Y, claro, tampoco se puede ser tan cazurro. Ale pues, quítate los zapatos y pa’dentro. ”Hola, buenas; hola, buenas…” Aitana que llora, la otra que moquea, la madre que qué mona la nena y que qué pestañas, el otro que Woher kommen Sie, y así, calentando motores, tan a gusto. Bueno, o eso creía. Hasta que me ha parecido intuir una sonrisita maliciosa en una esquina, mirada en dirección a mis partes bajas incluida. ”Las madres alemanas, que se ríen para adentro, he pensado”. Estaba equivocado. Pronto he descubierto el pastel. Ha sido casual, repentino, un abrir y cerrar de ojos. Suficiente. La hecatombe, el tierra trágame. Los pies al suelo, me han caído. En realidad, lo que me ha caído a los pies ha sido el chupete de Aitana. Y, justo en ese instante, en la maniobra esa de te agachas y lo recoges, ha sido cuando he mirado hacia abajo instintivamente, descubriendo sudoroso que tenía una gran patata en el calcetín. Mierda, mierda, mierda. Qué patata, de ahí te salía una tortilla de seis huevos. Y mira que me lo tengo dicho y redicho: calcetines con agujero, a la basura, que en este país uno se descalza cuando menos se lo espera. Pues nada, no hay manera. Que no aprendo. Y eso que solo tengo unos calcetines agujereados de más de veinte pares que hay por el cajón. Da igual, siempre toca, como Fabra y la Lotería, es el destino. Son tan calentitos… En fin, nadie puede imaginar lo lentos que han pasado los siguientes cinco minutos, qué manera de comer tarta, cuanta más comía, más parecía quedar. Aquello no se acababa nunca. A punto he estado de beber café, a ver si me descoloraba un poco. Ni a base de ponche de los niños. El pastel interminable. De nada ha servido comprobar que, en realidad, nadie me estaba mirando los pies, como si no tuvieran nada mejor que hacer. Demasiado tarde, la histeria ya estaba desatada en mi interior. En adelante, ya no volveré a ser el chaval bajito (en el grupo de Aitana las mamás no son precisamente veinteañeras) que trae a la nena esa tan mona de los ojos grandes en su bici con anhänger. A partir de hoy soy el de los dátiles. Insisto, los calcetines con patata en Alemania… total verboten. Cuando menos te lo esperas, te la juegan.