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Rayos y truenos
En Múnich, y para nada me disgusta, la meteorología nunca se anda con medias tintas. Si se nos postra una ola de calor, lo notas; si llueve, te empapas; si nos alcanza la tempestad, te enteras. La pasada noche, y no exagero, hemos vuelto abruptamente a la primavera alpina, viniendo del calor sofocante como veníamos, con una tormenta eléctricamente increíble (así lo cuenta la prensa local). A eso de las cinco de la mañana era completamente de día, más de día que ahora, con decenas de rayos y truenos sobrevolando mis pensamientos oníricos de madrugada. Y los de todo el vecindario. A las ocho de la mañana nada queda de aquellos pensares, ni de los truenos, ni tampoco de los pasados días de cielo azul y sol radiante. Simplemente, hemos vuelto a la normalidad de golpe y porrazo. Feliz semana.
Se asoma la primavera
Probablemente, o más bien con total seguridad, se trate de un espejismo, pero lo cierto es que van un par de días en los que la primavera parece desperezarse. El día, por fin se alarga, tanto por abajo como por arriba, y eso que todavía nos queda lo mejor: el cambio de hora. Pero ya se nota la luz al final del túnel del invierno muniqués, y más estos días de nubes altas y azul cielo. Estamos de suerte. Temperaturas agradables y sol, mucho sol. Por fin. Fresco, pero ni rastro de nieve. No cantaré victoria. Sea como sea, y a la espera de que la posa se confirme con la apertura de las primeras yemas, lo de esta semana lo siento yo y, parece, toda la ciudad. Los de las bicis volvemos a pedalear las calles como si no hubiera un mañana, los pedantes timbres suenan entre adelantamiento y adelantamiento, y, yo, reconozco, me siento mejor que bien sobre ruedas en los albores de un tiempo mejor. Ojala.