Diario de Oktoberfest (XI): ojos que no ven corazón que no siente
La 182ª edición del Oktoberfest está en marcha. Y ya son cinco (las mías, claro está). Quedan pocas imágenes del festival que puedan sorprenderme a estas alturas, todo lo contrario que a la legión de asiáticos que correteaba ayer por la mañana por el Wiesn, disfrazados tod@s. Como la chica de la foto con su trofeo. Yo, fue sonar el petardo de las doce, abrirse los grifos de la birra y salir corriendo del lugar. No alcancé a ver el primer carrito de la cruz roja al rescate del primer coma etílico. Esta vez nuevo récord: 80 minutos desde la apertura del festival. En cualquier caso, la foto de este año va a ser muy difícil de tomar. Está en la estación central de trenes, donde van a coincidir los miles de oktoberfestivaleros y los casi 10 000 refugiados sirios e iraquíes que están desembarcando desde Austria al día. No sé si por el bien de unos o de otros, o por un tema de tapar vergüenzas, pero la estación está blindada: cerrada al tráfico rodado, los refugiados a buen recaudo (están en una zona aislada a la que se impide al paso), policía en cada esquina… Refugiados y borrachos, pues, raramente se cruzarán por la estación. Y mientras tanto, a cuatro calles, ya sin dolor ni remordimiento, corre la cerveza a mares. Para bien y para mal.